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-Usted no se arrodille.
Una molestia en las piernas no le hubiera
permitido arrodillarse, sino con esfuerzo
extraordinario; pero >>quién se lo había dicho? El
hecho no dejó de producir sorpresa y emoción.
MIERCOLES, 15 DE ABRIL
En la mañana de hoy, hubo muchísima gente en la
misa de don Bosco, que distribuyó la comunión a
unas doscientas personas. Al mediodía, doña
Dorotea le proporcionó una tranquilizadora
distracción en su magnífica villa, rodeada de un
extenso parque, y con un jardín hermoseado con
variadas especies de animales exóticos. Al subir
la escalera que llevaba a las dependencias de la
casa, pasó ante un gran espejo en el primer
rellano. Don Bosco, dirigiéndose a los que habían
salido a su encuentro, dijo:
-Habrá que acordarse después de invitar también
a la comida a estos otros señores.
Y señalaba a los que se reflejaban en el
espejo.
Riose la ocurrencia, que le dio ocasión de
referir amenamente la anécdota que le ocurrió en
Marsella, unos años antes, en una tienda de ropas.
Había él llevado consigo al abate Martín, cura de
la parroquia de la que dependía la casa de La
Navarre. Era un hombre de la más sincera
sencillez; al encontrarse frente a un gran espejo,
confundido y distraído, quitóse el sombrero para
saludar al sacerdote que creía haberse encontrado
enfrente, cuando no era más que su propia figura.
A su vez, el imaginado forastero le había
correspondido al saludo. El buen sacerdote
volvíase ((**It18.81**)) hacia
la puerta y seguía el ceremonial:
-Pase usted, decíale gesticulando.
Y el otro repetía los mismos gestos sin hablar.
-No, no, insistía el sacerdote; por favor, pase
usted primero.
La escena duró un ratito, mientras don Bosco se
había colocado, de modo que el espejo no pudiera
reflejar su persona, y reía con gusto. Rieron
también aquellos señores, oyéndole el gracioso
relato.
Cerca de la villa había un colegio de niñas de
la aristocracia, dirigido por las Religiosas del
Sagrado Corazón. Y, como se lo pidieran, fue a
visitarlas. Toda la comunidad bajó a recibirlo en
la portería, mientras las alumnas esperaban en la
terraza delante del salón de estudio. Se habían
reunido, además, bastantes eclesiásticos y otras
personas para verlo de cerca y recibir su
bendición. Avanzaba él a paso lento,(**Es18.78**))
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