((**Es18.740**)
-Señor Marqués, respondió con agilidad mental
don J. Marenco: >>qué prenda puedo darle? Una
sola. Iré un día a comer con usted en Pegli.
-Muy bien, venga con todos sus muchachos.
Se dieron la mano y se despidieron. El Marqués
y De Amicis volvieron a subir al landó.
-Señor Marqués, le dijo De Amicis;
verdaderamente ha hecho una buena obra consolando
a los Salesianos. Estoy seguro de que no le
faltarán las bendiciones del Señor. íQué contento
estará don Bosco!
Al oír estas palabras, un estremecimiento
sacudió al Marqués y dos lágrimas, más gruesas que
las primeras, se asomaron a sus ojos.
-Nunca le he visto llorar y no creo que en su
vida haya derramado una lágrima, decía De Amicis.
El Marqués se mostró lleno de extraordinaria
alegría aquel día y la manifestaba de múltiples
maneras.
Llegó mientras tanto el día fijado para la
comida en Pegli. Todos los muchachos, con su banda
de música, subieron al vapor. Fueron recibidos con
gran regocijo. Había una opípara comida preparada
para ellos. Las mesas dispuestas en un lugar
amenísimo del magnífico jardín, famoso en todo el
mundo. El Marqués y la Marquesa se sentaron con
don J. Marenco y todos los muchachos. Fue un día
hermosísimo. La misma Marquesa estaba tan cambiada
que parecía haber profesado siempre todo su afecto
a los Salesianos y a sus muchachos.
Llegó finalmente el día del contrato. De Amicis
parecía algo contrariado, por no haber sido
invitado a asistir. Cuando he aquí que apareció el
Marqués:
-Señor De Amicis, tenga la bondad de venir a
pasar el día con nosotros. Así estará presente al
contrato, para el que tanto ha trabajado, y al
mismo tiempo hará de testigo. Su nombre figurará
en la escritura notarial, que perpetuará este
acontecimiento.
Y De Amicis, la mar de contento, le acompañó.
Don Juan Marenco había llevado las cincuenta
mil liras. Leyó el notario el acta y, cuando llegó
el punto de las cincuenta mil liras a pagar a
plazos, repartidos en diez años, el Marqués se
volvió a don J. Marenco y le dijo:
-Ea, ya puedo hacer cuenta de que nunca me
serán pagadas estas cincuenta mil liras, porque
ustedes no las tienen, mas no importa. Pero
entiendo a toda costa que el primer plazo, en el
día que corresponde, venga el señor Director a
pagarlo.
Con esto indicaba que su intención era la de
favorecer en cuanto a lo demás.
Y se firmó el contrato. Así se cumplieron las
palabras que don Bosco había dicho a De Amicis:
-<>.
Pero el Señor bendecía aquel mismo día al
Marqués de un modo grande. Se había arriesgado a
una operación financiera que le salió bien. Con
las ganancias pagó todas sus letras y las canceló
por valor, según se dice, de casi ocho millones y
le quedó en caja una ganancia limpia de un millón
trescientas mil liras en oro.
(**Es18.740**))
<Anterior: 18. 739><Siguiente: 19. 18>