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Entró De Amicis. Y la Marquesa le dijo:
->>Ve usted a qué punto hemos llegado?
-Señora, comprendo su inmenso dolor; tenga
paciencia, pongamos las cosas en las manos de
Dios: ahora no hay más remedio; tranquilícese,
resígnese, pero yo querría sugerirle...
-No me hable de don Bosco, se apresuró a
decirle la Marquesa con un gesto como si dijera:
<>.
De Amicis se retiró dispuesto a no volver más a
ella, de no ser llamado. Y he aquí que quince días
después le mandó llamar.
Al ver De Amicis a la Marquesa tan obstinada,
dijo finalmente a don Bosco, con quien se encontró
un día:
-íNo hay nada que hacer!, >>sabe?
-Sí, sí, respondió don Bosco: el contrato se
hará, pero cuando yo no esté: y usted será el
intermediario.
De Amicis no olvidó la frase, aunque en aquel
momento hubiera perdido toda esperanza.
Mientras tanto caía enfermo don Bosco. Fue
inmediatamente De Amicis a verlo y lo encontró muy
mal. Al despedirse, le dijo:
-Tengo que ir a Roma con la peregrinación
italiana. Estoy obligado a ir y siento dejarle en
este estado. Pero >>volveré a verlo?
E indicaba con sus palabras que temía no volver
a verlo.
-Vaya en paz, repuso sonriendo don Bosco. Esté
tranquilo; me verá y asistirá a mi funeral.
Ya le había dicho don Bosco a este señor, que
era rico:
-Usted está destinado a hacer mucho bien.
Y otra vez, que le preguntaba si se salvaría,
le respondió:
-Sí, pero bajará casi al borde del precipicio y
después se levantará y se salvará.
De Amicis, pues, volvió a Génova y se presentó
a la Marquesa a quien debía acompañar a Roma, y le
dijo:
-Vengo de Turín de visitar a don Bosco.
->>Y cómo está?
-Muy mal.
-Pobrecito, lo siento.
Esta señora era de muy buen fondo y caritativa,
pero tenía muchas prevenciones contra don Bosco.
Fue a Roma y entró con De Amicis en los salones
Vaticanos para la audiencia. Tan pronto como el
Papa vio a De Amicis, y habiendo sabido que había
estado en Turín, le preguntó con urgencia:
-Y bien, dígame, >>cómo está don Bosco?
De Amicis le dio las noticias y el Papa
demostraba vivísimo interés por don Bosco. La
Marquesa quedó sorprendida y dijo al salir a De
Amicis:
-íCuánto quiere el Papa a don Bosco!
((**It18.875**)) -Es
así, señora Marquesa, no me extraña. El Papa sabe
quién es don Bosco.
Cuando De Amicis volvió a Génova, se apresuró a
ir a Turín para ver a don Bosco, de cuya muerte se
había enterado por los telegramas y los
periódicos. Se cumplió con precisión la
predicción. Llegó pocos minutos antes de cerrar el
ataúd, pudo ver las facciones de su amigo, besar
una vez más su mano y asistió a su funeral.
(**Es18.737**))
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