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XIV
Retractación pública del canónigo
Chiuso
El día de María Auxiliadora, 24 de mayo de
1891, después del solemne pontifical en el
Santuario, S. E. David de los Condes Riccardi,
Arzobispo de Turín, quiso que su carroza se
encontrara junto a la sacristía para poder ir
inmediatamente al Arzobispado. Yo, que estaba
encargado de atender la antesala de don Miguel
Rúa, me acerqué a la carroza para besar el anillo
del amadísimo Arzobispo, pero en realidad para
saber cuáles eran sus intenciones.
Apenas me vio, me indicó por señas que me
acercara:
-Diga a don Miguel Rúa, me advirtió, que voy al
arzobispado para recoger a una persona que me
espera y que tenga preparado un puesto más en la
mesa.
Avisé enseguida a don Miguel Rúa, el cual se
quedó un poco extrañado, pues no podía imaginar
quién sería el compañero de S. E.
Y he aquí que, al cabo de una media hora, llegó
la carroza del Arzobispo, que bajó de la misma y
se dirigió directamente a la antesala de don
Miguel Rúa, seguido de un venerando sacerdote.
Abrí la puerta de par en par y el Arzobispo
entró y abrazó efusivamente a don Miguel Rúa.
-Traigo conmigo, dijo, a un sacerdote a quien
hace tiempo no ve, pero cuya presencia aquí, en el
día de hoy, le será muy grata.
No oí más. Cerré la puerta; fueron todos a
comer y yo también me dirigí a mi refectorio.
Después de la comida, me encontré con el
queridísimo ingeniero Rodolfo Sella. Estaba más
alegre que de costumbre.
-Hoy, me dijo, he tenido una de las más grandes
satisfacciones que se pueden experimentar en esta
vida. Antes de levantar los manteles, brindó S. E.
con elevadísimas palabras por el prodigioso
desarrollo de la Congregación Salesiana que, bajo
la iluminada y firme dirección de don Miguel Rúa,
sigue las huellas apostólicas de don Bosco,
superando toda dificultad y concluyó diciendo:
<>.
((**It18.868**)) Tomó
la palabra el reverendo Chiuso, dentro de un
religioso y conmovedor silencio, e hizo una
sentida y digna retractación de su actuación
durante la dolorosa contienda, que por largos años
sometió a dura prueba la santidad de don Bosco, y
arrancó lágrimas de satisfacción a todos los
presentes. Pero el que más contento estaba era don
Miguel Rúa, que veía, una vez más todavía,
exaltada la virtud de don Bosco. Abrazó con afecto
al reverendo Chiuso y corrió al Santuario a dar
gracias a María Auxiliadora.
Turín-Valsálice, 10 de enero de 1937-XV.
Doy fe.
MELCHOR MAROCCO, Pbro.
(**Es18.731**))
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