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blancos y muchos otros objetos para que los usase,
siquiera una vez, el Padre y se les restituyera
después como precioso recuerdo, etc. etc.
Palermo, 9 de febrero de 1888.
SALVADOR DI
PIETRO, Pbro. Coop. Sal.
de la casa de
retiro de Sta. Eulalia
(Via Coltellieri 17)
u) De monseñor Sebaux, obispo de Angulema (el
original en fránces)
Muy Reverendo Padre:
Necesito decirle lo mucho que participo en su
dolor. La pérdida del venerable don Bosco puede
decirse que sería un duelo para la Iglesia, si
ella no viera en el sacerdote e hijo que llora, al
elegido recompensado por tantas obras santas.
Usted y su Instituto han perdido un Padre; pero se
convierte junto a Dios en su tierno y poderoso
protector, al mismo tiempo que deja a sus hijos su
admirable espíritu.
Acepte, reverendo Padre, la expresión de mi
viva y respetuosa simpatía.
Angulema, 10 de febrero de 1888.
>> A. L., Ob. de Angulema
v) Del abogado Michel, de Niza (el original
en francés)
Querido don M. Rúa:
Acabo de llegar de Roma, donde he presentado al
Padre Santo un grupo de miembros de la Sociedad de
S. Vicente de Paúl, procedentes de Niza. Cuando le
presenté a los dos alumnos del Patronato de San
Pedro, el Santo Padre les ((**It18.828**))
preguntó enseguida si habían rezado por don Bosco.
Hay que rezar mucho, añadió, por este santo hombre
que os ha hecho tanto bien y lo ha hecho a un gran
número de muchachos. Desde lo alto del cielo, oirá
vuestra plegaria y seguirá protegiéndoos.
Quería decirle todo esto porque será muy
agradable para el corazón de todos los Salesianos.
Y ya sabe usted que también nosotros rezamos a
nuestro mejor amigo, a nuestro querido padre,
porque nosotros éramos sus hijos en la tierra. No
podremos atestiguar nuestro reconocimiento mejor
que cuidándonos de sus obras, que es lo que
esperamos hacer, con la ayuda de Dios, dentro de
nuestros posibles. Acuérdese de nosotros en el
porvenir y encomiéndenos a las oraciones de sus
hermanos...
Niza, 11 de febrero de 1888.
E. MICHEL
z) De la condesa Mocenigo
Soranzo
Veneradísimo Señor don M. Rúa:
En nombre de mi marido y mío, me permito
ofrecerle nuestro óbolo para los funerales de
nuestro santo y llorado don Bosco, a quien
considerábamos como padre. Al inmenso e indecible
dolor que experimentamos por su pérdida, se nos
añade la
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