((**Es18.697**)no más
en la tierra. El Señor me quitó el consuelo de un
santo que era tan bueno conmigo. Adoro su
voluntad.
Rogué a su Paternidad que me hiciera con alguna
reliquia, y le suplico que me la proporcione.
Imagino la pena de aquel joven que estaba siempre
con don Bosco.
Querría pagar, por este año, uno de los
misioneros que están en el extranjero; decía en la
circular que se precisaban setecientas liras; y se
las mandaré muy pronto por giro postal; así tendré
el mérito de todo lo que él haga en favor de las
almas.
He hecho celebrar varias misas, alcancé la
comunión de varias personas y también apliqué las
mías por el querido difunto. Esta mañana he hecho
celebrar en la capilla de palacio un espléndido
funeral con el canto del oficio de difuntos y sigo
sufragando su alma bendita. Espero que esté en el
cielo y tenga su gloria.
Pídole su bendición y beso su mano.
Saludo a los Padres, con quienes tuve la suerte
de hablar.
S. And. febrero de 1888.
Baronesa BADOLATO SCOPPA
t) Del predicador don Salvador di
Pietro
Revdmo. y queridísimo Padre Rúa:
Con el alma profundamente apenada y el corazón
traspasado por el más acerbo dolor, me uno, aunque
sea el último de los Cooperadores, a la familia
Salesiana y mezclo mis lágrimas con las suyas,
para llorar juntos a nuestro Padre y bienhechor de
la humanidad.
Con temblor y viva ansiedad del corazón, he
seguido cada día las noticias sobre la enfermedad
que atormentaba el venerando difunto. Dejo a S. R.
considerar el dolor que experimenté al anuncio de
su muerte. Pero el pensamiento de tener así en
adelante un abogado más, un buen intercesor ante
Dios, ha disminuido de algún modo el dolor de mi
alma.
Llorando he celebrado esta mañana el santo
sacrificio por aquella alma santa, a fin de que
Dios haga pronto brillar para él la luz eterna y
la paz de los santos. Tras sus muchos trabajos, ha
ido a encontrar el premio merecido en el cielo.
La esperanza de que desde allá arriba rogará
por sus numerosísimos hijos espirituales, nos
anime todavía más a proseguir los emprendidos
trabajos por la mayor gloria de Dios.
((**It18.827**)) La
imagen tiernamente cariñosa de nuestro queridísimo
don Bosco ha quedado fijamente impresa en mi
corazón, desde que, al volver de predicar la
Cuaresma en Turín, me hospedé en Roma, con los
Padres Salesianos, en la iglesia del Sagrado
Corazón y tuve la fortuna de estar cinco días
junto a él (abril de 1887).
Había entonces un continuo ir y venir a aquel
santo templo, no acabado todavía, de gente de
todas partes y todas las lenguas, que iban allí
para ver de cerca, para oír hablar y admirar al
santo. Ninguno se marchaba, si antes no había
obtenido alguna cosita que don Bosco hubiera
tocado con su mano, la hubiera bendecido o usado.
íSi supiese, mi querido Padre, lo que yo vi
entonces y cómo se llenó mi alma de fe y de amor
por nuestro Señor Crucificado! Me quería él a su
lado y pasamos largas horas en santos coloquios.
Vi a señoras de la más alta aristocracia romana,
francesas, alemanas, llegar al templo del Sagrado
Corazón de Roma, dejar pañuelos de colores y
(**Es18.697**))
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