((**Es18.693**)
j) De monseñor Richard, arzobispo de París
(el original en francés)
Muy querido y reverendo padre:
Quiero manifestarle mi adhesión a la aflicción
de su familia salesiana. Juzgo que ha sido una
gracia de Dios haber podido, al pasar por Turín,
ver una vez más a su venerable Padre, recibir su
bendición y oírle decir que bendecía a todo París.
Confío con usted que está en el cielo, pero
celebraré una misa por él porque la Iglesia nos
enseña a rogar por los difuntos, cuya virtud hemos
venerado todos mucho.
Acepte, mi querido y reverendo Padre, el
testimonio de mi afectuosa y respetuosa adhesión
en J. C.
París, 1 de febrero de 1888.
>>
FRANCISCO, arzobispo de París
((**It18.822**))
I) Del cardenal Capecelatro
Veneradísimo y carísimo D. M. Rúa:
La muerte del venerando don Bosco ha conmovido
y afligido vivamente mi corazón; y cumplo ahora mi
deuda de afecto transmitiendo mi pesar a usted y a
todos los hijos de un padre tan grande. Su don
Bosco fue un gran apóstol de nuestro siglo, es uno
de esos apóstoles a los que el Señor concedió
recoger abundantes frutos del propio apostolado.
Bendito sea el Señor que lo mandó a Italia; ahora
es mi mayor deseo, y creo que el de muchos más,
que las obras establecidas por aquel gran siervo
del Señor vivan y prosperen cada día más.
Cuando supe que su padre don Bosco había salido
de la vida presente, rogué en la misa por su alma
elegida. Pero, en verdad, pensaba y esperaba sobre
todo que, en aquel momento, ya rezaba él por sus
hijos, por los muchos que le querían y también un
poco por mí.
Me encomiendo, reverendo Padre, a sus oraciones
y a las de todos los Salesianos, con los cuales
hace ya tiempo estoy unido de corazón.
Con los sentimientos de afectuoso aprecio, me
profeso
Capua, 5 de febrero de 1888.
Su
servidor,
>>
ALFONSO, Cardenal CAPECELATRO
Arzobispo de Capua
m) De monseñor Capelli, obispo de
Tortona
Reverendísimo Sr. Director:
íHemos perdido a nuestro bonísimo don Bosco, a
pesar de las fervorosas oraciones de la inmensa
familia de sus queridos hijos y los muchísimos
admiradores del hombre benéfico y santo, para
tenerlo aquí todavía, al menos por algún tiempo!
Pero así sea: la Virgen se lo ha llevado al
Paraíso, porque ya era rico de muchos méritos.
Por tanto, aunque su dulce y veneranda figura
haya desaparecido de nuestros ojos, sigue viviendo
en nuestro corazón y vivirá imborrablemente el
precioso recuerdo
(**Es18.693**))
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