((**Es18.69**)
punto de concedérseles la gracia, se entregaron a
porfía a prepararle un digno recibimiento.
El patio estaba magníficamente adornado. Pero
más que las flores y los adornos, ((**It18.70**)) lo que
llamó más la atención de don Bosco fueron las
caras abiertas y serenas de aquellos muchachos,
cuyos ojos, clavados en él, no dejaban de mirarlo.
Tenían delante al padre, al santo, al que hacía
milagros, a aquél de quien habían oído y leído
tantas cosas. Un himno vibrante, acompañado por la
banda de música, enardeció los ánimos llenos de
alegría y gratitud. Un gentío inmenso llenaba la
casa y los alrededores.
Los primeros pasos del Santo se dirigieron a la
capilla para dar gracias a Dios por el feliz viaje
alcanzado con tantas súplicas. Se ejecutó un
motete expresamente preparado sobre las palabras
Ego sum pastor bonus; y, después, don Bosco
impartió la bendición de María Auxiliadora a los
jóvenes y a todos los presentes. A continuación,
don Miguel Rúa dio la bendición con el Santísimo
Sacramento, asistido por el Vicario General de la
diócesis y un profesor del seminario mayor.
La emoción de aquel día y el ajetreo del viaje
hubieran acabado por extenuarlo, si Viglietti,
siempre lleno de atenciones y delicadezas, no lo
hubiese sacado de allí, después de algunas breves
audiencias, y llevado a su habitación. Los
aposentos destinados a don Bosco y a sus
acompañantes habían sido barridos, fregados,
amueblados y arreglados por la misma doña Dorotea,
ayudada de sus propias hijas.
El Correo Catalán de aquella tarde, después de
describir la llegada, decía: <>.
El mal tiempo, que duró toda la mañana del día
siguiente, contrarió a los barceloneses, pero
favoreció a don Bosco, porque, al no haber
afluencia de visitantes, pudo descansar un poco.
No sucedió lo mismo por la tarde. La antesala se
llenó de señores y señoras, de la más rancia
nobleza. La diversidad de la lengua no era ninguna
dificultad; en efecto, escribe Viglietti en su
diario: <((**It18.71**))
italiano y todos le comprenden a las mil
maravillas; él, a su vez, entiende bastante bien
el español>>. Don Miguel Rúa, por el contrario,
desde que puso el pie en España no habló más que
en español y manejaba la lengua, con tal soltura,
que dejaba maravillados a los que(**Es18.69**))
<Anterior: 18. 68><Siguiente: 18. 70>