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(Aplausos.)
Pues bien, señores, las reglas que don Bosco
traza en sus opúsculos se resumen en la comunión,
lo más frecuente que sea posible.
((**It18.811**)) Estas
reglas trazadas por el santo fundador no son letra
muerta en las casas salesianas, sino que se siguen
totalmente. Me ha extrañado oír que se pueda creer
que los defensores de la comunión frecuente no se
preocupan para nada de las condiciones de una
buena preparación, al extremo de que la comunión
se reduciría a la simple recepción, más o menos
piadosa de las Santas Especies. Muy al contrario,
el celo por preparar a los muchachos para comulgar
bien, debe crecer en razón directa o, para mejor
explicar mi pensamiento, en proporción geométrica
del celo que se emplea para atraerlos a la Santa
Mesa. Sin duda, de acuerdo con todos los maestros
de teología, no es preciso exigir mucho, en la
recepción frecuente, unas disposiciones por encima
de las fuerzas humanas, y no olvidar jamás que los
sacramentos, hechos para los hombres, actúan ex
opere operato, siempre y cuando no sean recibidos
indignamente; pero nos parece que el director
espiritual está obligado a poner más celo por
obtener una voluntad mejor. Habría que llevar
siempre a la discusión de una tesis la sinceridad
de no dividir lastimosamente las dos partes
indivisibles de la proposición del adversario.
Nosotros pedimos y es lo que pedía don Bosco: la
comunión frecuente conjuntamente con el mayor celo
posible para disponerse a recibirla cada vez
mejor. Es así como en las casas salesianas la
comunión se convierte en el medio de toda
disciplina, una comunión continuamente puesta ante
los ojos del muchacho para reavivar en su alma el
sentimiento del respeto, del reconocimiento y del
amor que debe a Dios, que ha entrado a habitar en
su corazón. Se le hace entrever la comunión
próxima para hacerle soñar en los cuidados que
está obligado a tener en cuenta para prepararse a
ella.
Se ha dicho esta mañana en la segunda sección
que, en cierto colegio, por cierto bueno, no
hubiera podido permitir el director normalmente
una comunión tan frecuente. No quiero discutir y
tampoco preguntaré si la norma de la comunión
mensual, generalizada, sin embargo, en nuestros
colegios, no ha inspirado nunca los mismos temores
por los inconvenientes que se podrían seguir
particularmente con la comunión más frecuente en
ciertos colegios; pero he aquí dos reglas
absolutamente prácticas que se me dieron, como el
secreto para prevenir las comuniones menos dignas,
a las que se da una importancia capital en las
casas salesianas. La primera consiste en que no se
permita nunca que los muchachos se acerquen a la
Santa Mesa por orden de bancos. Hay que evitar que
un muchacho, por miedo a ser reconocido o
solamente mirado como culpable o menos bueno,
pueda nunca verse moralmente forzado a hacer la
menor capitulación con su conciencia: ése sería el
caso, sin embargo, de un muchacho que tuviera que
quedarse aislado en su sitio durante todo el
tiempo en que los compañeros que se encuentran a
su lado, estuvieran ante el comulgatorio.
1 Don Miguel Rúa le había enviado: 1.° El Joven
Instruido (El joven cristiano, en las últimas
ediciones españolas), señalando la instrucción que
hay en él sobre la Comunión frecuente. 2.° El
Reglamento para las casas de la Sociedad de S.
Francisco de Sales, señalando lo que en él se lee
sobre la frecuencia de los Sacramentos, en el
apéndice sobre el sistema preventivo. El abate
explica en una nota los párrafos traducidos al
francés.
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