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Nota de Lemoyne sobre el príncipe
Czartoryski
El príncipe Czartoryski, aunque a disgusto,
había concedido a su hijo que se hiciera
Salesiano. Si bien, al principio le dejaba en
plena libertad, ahora parecía que no podía estar
sin él. Creía deshonrada a la familia con la
decisión del hijo. Cuando, más tarde, cayó enfermo
pretendía que los superiores le mandaran volver a
casa. Pero el hijo había logrado, antes, que don
Bosco le prometiese que nunca se le daría tal
mandato. El hijo, que era ejemplarísimo en la
observancia de todas las reglas durante el tiempo
de su noviciado y después, no quiso ceder al padre
y recordó a don Miguel Rúa la promesa que le había
hecho don Bosco. Por lo cual don Miguel Rúa dejó a
don Augusto en plena libertad. El padre envió
médicos, envió sacerdotes, obispos y acudió él
mismo. Estaba decidido a cumplir sus pretensiones.
Decía que se especulaba con la herencia del hijo,
mientras éste había renunciado a su principado y a
las rentas del mismo en favor del primogénito del
segundo matrimonio. No le quedaban más que sus
bienes personales que, por otra parte, no eran
gran cosa.
El príncipe recurrió al Papa, el cual hizo
pedir explicaciones y dio consejos. Pero el
príncipe padre quería un mandato. A la razón de
que su hijo era Salesiano, respondía que don Bosco
no debía aceptarlo. Y a la observación del propio
hijo, que respetuosamente mantenía su propósito,
él insistía en que sus superiores debían mandarle
que se doblegase a los deseos del padre.
Fue el mismo príncipe a Turín, pero no logró
nada. Estaba don Miguel Rúa en Francia, fue
llamado telegráficamente y volvió al lado de don
Augusto.
Intimó entonces que su hijo fuese asistido en
su enfermedad, como lo pedía su noble origen y sin
mirar a gastos. Puso al lado de Augusto un
sacerdote religioso francés, para que no le
abandonase nunca. Pidió que se llamara a los
mejores médicos para atenderlo y se le hiciese
cambiar de aires y de clima, según sus
indicaciones. Era una verdadera violencia moral;
sin embargo, don Miguel Rúa debió consentir,
puesto que la influencia de aquel hombre poderoso
era muy grande en Francia, en Austria y en otras
partes. Bien entendido que ((**It18.803**)) todos
los gastos corrían a cargo de la pobre Sociedad
Salesiana. Primeramente se envió a don Augusto al
Torrione, donde se preparó un apartamento
conveniente para él, se le trataba señorialmente y
recibía las visitas de los médicos enviados por el
padre. Estuvo allí casi un año. Pasó luego a
Saboya, después a Suiza y ahora, en 1891, está en
San Remo. Coches de dos caballos para el paseo
todos los días, departamento de primera clase para
los viajes, etc., etc.
Y el príncipe Augusto estaba tuberculoso en su
última fase. Pero el santo joven, se sometía en
todo a la obediencia a los superiores, y se dejaba
llevar a donde se quisiera, dispuesto a volver a
una casa salesiana a la primera indicación de los
superiores. Su única satisfacción era oír hablar
de don Bosco por quien sentía vivísimo amor.
Transcribimos, aquí la primera carta que el
príncipe escribía a don Bosco, en francés.
Muy reverendo padre:
Como era de temer, mi viaje a Turín ha sido
perjudicial para mi salud y los médicos han
encontrado que mi estado requería descanso en el
sur e insisten en que vaya a Argel.
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