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((**Es18.677**) 89 Nota de Lemoyne sobre el príncipe Czartoryski El príncipe Czartoryski, aunque a disgusto, había concedido a su hijo que se hiciera Salesiano. Si bien, al principio le dejaba en plena libertad, ahora parecía que no podía estar sin él. Creía deshonrada a la familia con la decisión del hijo. Cuando, más tarde, cayó enfermo pretendía que los superiores le mandaran volver a casa. Pero el hijo había logrado, antes, que don Bosco le prometiese que nunca se le daría tal mandato. El hijo, que era ejemplarísimo en la observancia de todas las reglas durante el tiempo de su noviciado y después, no quiso ceder al padre y recordó a don Miguel Rúa la promesa que le había hecho don Bosco. Por lo cual don Miguel Rúa dejó a don Augusto en plena libertad. El padre envió médicos, envió sacerdotes, obispos y acudió él mismo. Estaba decidido a cumplir sus pretensiones. Decía que se especulaba con la herencia del hijo, mientras éste había renunciado a su principado y a las rentas del mismo en favor del primogénito del segundo matrimonio. No le quedaban más que sus bienes personales que, por otra parte, no eran gran cosa. El príncipe recurrió al Papa, el cual hizo pedir explicaciones y dio consejos. Pero el príncipe padre quería un mandato. A la razón de que su hijo era Salesiano, respondía que don Bosco no debía aceptarlo. Y a la observación del propio hijo, que respetuosamente mantenía su propósito, él insistía en que sus superiores debían mandarle que se doblegase a los deseos del padre. Fue el mismo príncipe a Turín, pero no logró nada. Estaba don Miguel Rúa en Francia, fue llamado telegráficamente y volvió al lado de don Augusto. Intimó entonces que su hijo fuese asistido en su enfermedad, como lo pedía su noble origen y sin mirar a gastos. Puso al lado de Augusto un sacerdote religioso francés, para que no le abandonase nunca. Pidió que se llamara a los mejores médicos para atenderlo y se le hiciese cambiar de aires y de clima, según sus indicaciones. Era una verdadera violencia moral; sin embargo, don Miguel Rúa debió consentir, puesto que la influencia de aquel hombre poderoso era muy grande en Francia, en Austria y en otras partes. Bien entendido que ((**It18.803**)) todos los gastos corrían a cargo de la pobre Sociedad Salesiana. Primeramente se envió a don Augusto al Torrione, donde se preparó un apartamento conveniente para él, se le trataba señorialmente y recibía las visitas de los médicos enviados por el padre. Estuvo allí casi un año. Pasó luego a Saboya, después a Suiza y ahora, en 1891, está en San Remo. Coches de dos caballos para el paseo todos los días, departamento de primera clase para los viajes, etc., etc. Y el príncipe Augusto estaba tuberculoso en su última fase. Pero el santo joven, se sometía en todo a la obediencia a los superiores, y se dejaba llevar a donde se quisiera, dispuesto a volver a una casa salesiana a la primera indicación de los superiores. Su única satisfacción era oír hablar de don Bosco por quien sentía vivísimo amor. Transcribimos, aquí la primera carta que el príncipe escribía a don Bosco, en francés. Muy reverendo padre: Como era de temer, mi viaje a Turín ha sido perjudicial para mi salud y los médicos han encontrado que mi estado requería descanso en el sur e insisten en que vaya a Argel. (**Es18.677**))
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