((**Es18.671**)
once años y medio y terminan su aprendizaje
alrededor de los diecisiete. Salen entonces de la
casa para establecerse como obreros y conservan
generalmente las mejores relaciones con sus
antiguos maestros. Algunos siguen en ella hasta el
momento de entrar en filas o de casarse. Otros no
quieren alejarse de allí y forman una especie de
orden tercera.
El precio de la pensión no pasa de los quince
francos al mes, y disminuye a medida que el
trabajo realizado es más productivo.
Además, sólo una cuarta parte de los aprendices
paga esta módica cuota; los demás son huérfanos,
abandonados por sus padres o recogidos a su
petición. A mi pregunta de si los muchachos
destinados a ((**It18.795**)) ser
encerrados en un correccional son admitidos o no,
se me respondió negativamente, porque aquello era
contrario al principio de libertad que regía en la
institución.
Los muchachos reciben cuatro perras (monedas de
cinco céntimos) como propina dominical, pero a su
salida se les entrega, como peculio, el tercio de
sus salarios, que equivale, por término medio, a
ciento cincuenta francos por año. Así queda
realizado, de una forma práctica, ese sueño
acariciado por nuestros economistas modernos sobre
la participación del obrero en los beneficios...
La duración del trabajo alcanza como máximo
nueve horas por día. Junto con la enseñanza
profesional, los jóvenes reciben diariamente
lecciones de catecismo, dibujo, comercio y
francés, a más de una buena instrucción primaria.
La enseñanza técnica la dan generalmente antiguos
alumnos, que llaman Jefes de taller. Los
sacerdotes vigilan un taller cada uno y no
intervienen para nada en la enseñanza del mismo.
Olvidaba decir que, junto a la escuela
industrial, hay un internado que tiene alrededor
de cuatrocientos alumnos, que siguen los estudios
completos del bachillerato clásico. Es una especie
de seminario menor, puesto que la cuarta parte de
estos muchachos entra en la Congregación o en
otras órdenes. La pensión no alcanza más que a
veinte francos al mes, y las tres cuartas partes
de ellos no pagan nada. Hay en la casa alrededor
de un millar de personas. No resulta difícil
comprender las considerables cargas que debe
atender un centro de esta clase, y uno se pregunta
cómo puede sostenerse. Sin duda que la caridad
contribuye a ello en parte, pero es que, además,
la organización de esta obra es tan inteligente y
su administración tan cuidadosa, que vive, en
buena parte, de sus propios recursos. Los
talleres, hablando en general, tienen trabajo, y
el de la tipografía en particular, con sus anejos,
según se me dijo, tiene comprometida su producción
con quince meses de antelación.
He visitado centros industriales de toda suerte
por todos los países, pero nunca, debo decirlo, he
encontrado obreros que me hayan causado mejor
impresión que estos muchachos.
Trabajan con todo el ardor de su edad y de su
raza y, al mismo tiempo, con una calma alegre y
mucha destreza. Se veía a las claras que ponían su
corazón en el trabajo. Me llamó poderosamente la
atención, en el taller de cerrajeros, un joven que
manejaba el martillo con tal alegría que sentí con
toda mi alma no ser artista: no hubiera encontrado
otro modelo mejor para un Vulcano niño.
Me detuve especialmente en el taller de
tipografía. Líbreme Dios de querellarme con los
tipógrafos de ciertos periódicos belgas; pero no
pude apartar de mi pensamiento que, en ciertas
cosas, sus jóvenes compañeros de Turín podrían
ganarles.
Y íqué diversiones más simpáticas las de aquel
pequeño mundo, después de acabado su concienzudo
trabajo! íQué partidas de pelota, qué carreras tan
animadas! Los sacerdotes se arremangaban la sotana
y se mezclaban con ellos: se hubiera dicho que
eran los hermanos mayores de ((**It18.796**)) una
familia. Todo se sucedía dentro de una gran
(**Es18.671**))
<Anterior: 18. 670><Siguiente: 18. 672>