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llamó la atención un gran alboroto; se asomó a la
ventanilla y supo que viajaba allí don Bosco. Ya
había oído contar muchas cosas de él, y estaba
deseoso de acercársele.
En Port-Bou lo logró. El señor Sunyer, que lo
conocía, se ofreció a presentárselo y lo hizo en
francés; pero el presentado completó la
presentación hablando italiano. Entonces don Bosco
le dijo:
-No se separe usted de mí; iremos juntos el
resto del viaje.
Y aquél, más contento que unas pascuas, ya no
se separó de su lado. Después de un tiempo de
amena conversación, don Bosco se adormeció hasta
despuntar el alba. Aquel atento señor vio que
llevaba suelto el cordón de un zapato y se inclinó
para acordonárselo, con gran satisfacción, a pesar
de la oposición del Santo. En Barcelona descendió
don Bosco del tren, apoyándose en su brazo y le
dijo al despedirse:
-Mañana por la mañana le espero en Sarriá.
Deseo darle la comunión.
No es preciso que yo diga, escribe él, que
antes de la hora señalada fui a la casa salesiana
de Sarriá 1.
Con aquel pequeño estado mayor, anteriormente
descrito, hizo don Bosco su entrada en la capital
de Cataluña. Ya hacía algunas semanas que los
periódicos habían anunciado su llegada y habían
dado informaciones sobre su persona y sus obras;
cuando por fin se supo el día de ((**It18.68**)) su
llegada, acudieron hasta de Madrid, de Sevilla y
de otras capitales, nobles personajes e
importantes representaciones del clero y del
laicado para presentarle los saludos de
bienvenida. Los barceloneses, ufanos de tener el
honor de recibirlo en su ciudad, le dispensaron
una recepción como se la hubieran tributado a un
rey. Millares de personas del señorío y del pueblo
se reunieron en la estación mezclados sin
distinción. En lugar reservado y ordenadamente
colocados, esperaban los presidentes de las
asociaciones católicas y personalidades
representantes del mundo científico, civil,
político y religioso. Estaba el Gobernador en
representación de la reina María Cristina, regente
de Alfonso XIII que aún no había nacido. El señor
Obispo, ausente de la diócesis, había encargado de
hacer sus veces al Vicario General, que se
presentó acompañado de un imponente cortejo de
eclesiásticos. Al adelantarse don Bosco, quedó
sorprendido ante aquel espectáculo de tan
extraordinaria grandiosidad. La grandiosidad
1 Relación del señor Juan Bautista Montobbio
Villavecchia al Inspector don José Calasanz,
Barcelona, 6 de junio de 1934. El señor Montobbio
vive aún, es oriundo de Génova, y es el viajero a
quien nos referimos.(**Es18.67**))
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