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de las casas. Y después, por la tarde, se cante el
Te Deum y se imparta la bendición con el Santísimo
Sacramento.
Mientras tanto, como también nosotros hemos
sufrido grandes daños materiales, pues se ha
arruinado la casa de Bordighera y habrá que volver
a levantarla, conviene que todos nos pongamos de
acuerdo para disminuir los gastos en cada casa, a
fin de subvenir a la inesperada necesidad.
Por otra parte, son tantos y tan grandes los
desastres, a los que debe atender la caridad
pública, para reconstruir casas, albergar a los
pobres y mantener a los huérfanos, que nuestros
bienhechores no se encontrarán en situación de
aportar los socorros que necesitaríamos.
Por lo cual os recomiendo que no se hagan
durante este año obras nuevas, reparaciones, ni
gastos o adquisiciones que no sean de extrema
necesidad. Sepan todos y cada uno de los hermanos
hacer por su cuenta los sacrificios y privaciones
que son del caso y procuren evitar gastos en
viajes, libros, ropa y en todo lo que sea posible,
tanto en casa como fuera de ella. De esta manera
podremos reparar, al menos en parte, los daños
sufridos, restaurar la casa derruida, y
reemprender las obras de religión y de caridad más
necesarias para mayor gloria de Dios y bien de las
almas.
Sabed también aprovechar esta triste
circunstancia para exponer a los bienhechores, con
quienes tratéis, la necesidad en que nos
encontramos, y animarles de este modo a la
caridad. El simple recuerdo de lo sucedido puede
inspirar muy buenos pensamientos.
No dejéis de recomendar a los alumnos que sean
buenos, devotos de la Virgen y que vivan en gracia
de Dios para merecer su protección en todo tiempo
y lugar y, especialmente, en los peligros
repentinos e inesperados, como el del señalado
terremoto, que en un instante causó millares de
víctimas.
Pero así como, por una parte, podéis hacer
comprender que semejantes azotes proceden de la
indignación de Dios, y cesan por su misericordia,
como dice la Iglesia: Ut mortalium corda
cognoscant et, te indignante, talia flagella
prodire, et, te miserante, cessare, no dejéis, por
otra parte, de animar a todos a tener gran
confianza en Dios, el cual sostiene la tierra en
sus manos omnipotentes, y ha asegurado que no
caerá un cabello de nuestra cabeza sin su permiso:
et capillus de capite vestro non peribit.
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Aprovecho también esta propicia ocasión para
agradeceros las oraciones que hacéis por mí, y os
suplico que sigáis haciéndolas, añadiendo un gran
interés por salvar vuestra alma, organizándoos
como buenos religiosos; porque el saber que mis
queridos hijos viven santamente, que salvan las
almas, que honran a la Iglesia, me consuela más
que todo, me hace olvidar mis males y volver a una
nueva vida.
Finalmente imploro sobre cada uno de vosotros y
sobre los muchachos de esta casa, la bendición de
Dios y la protección de María Auxiliadora,
mientras tengo la satisfacción de proclamarme
Turín, 1 de marzo de 1887.
Vuestro afmo. in J. C.,
JUAN BOSCO, Pbro.
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