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y de aquellos pobres salvajes, os alcance de Dios
mil bendiciones espirituales y temporales.
Turín, 15 de octubre de 1886.
Vuestro afmo. en J. C.,
JUAN BOSCO Pbro.
Nota. Los caritativos bienhechores de nuestras
Misiones harán el favor de mandar sus ofertas
directamente a don Bosco, calle Cottolengo, N. 32,
en Turín (Italia).
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Don Bosco y la catequización de los
salvajes
El conocido sacerdote don Bosco ha tenido la
delicadeza de enviarnos una circular en la que
hace una llamada en favor de las misiones
católicas en América del Sur y en la Patagonia.
Como ya se sabe, don Bosco es el brazo derecho
de los jesuitas en Italia. Despliega una actividad
maravillosa, con su singular finura y picardía. Si
hubiese aplicado con buen fin estas sus dotes de
iniciador y organizador, tendría Italia en él un
benemérito ((**It18.722**)) de la
patria; hoy, en cambio, es un temible enemigo, que
hace mucho mal, que pervierte el sentido de
nuestras muchachas, abobadas con las costumbres de
las hijas de María; que roba a las familias, a los
talleres, a las escuelas una gran cantidad de
muchachos, para infundir en su alma el germen del
fanatismo clerical.
Con verdadera madera de fabricante, don Bosco
ha compendido que el buen mercado es la llave del
éxito en las más grandes empresas modernas, y por
eso sus asociaciones cobran tasas mínimas, pero
que, reunidas, alcanzan altas cantidades; en sus
colegios se paga una cuota insignificante; cuando
él pide no asusta con sus pretensiones, pues se
conforma con unos litros de vino, un poco de
carne, unos céntimos de cualquier retal de tela.
Don Bosco acepta todo, tiene siempre los brazos
abiertos para recibir lo que se le envíe.
Da una lección al gobierno, que hace costosa la
instrucción laica y hace pagar caro un puesto en
un internado civil.
Don Bosco tiene algo de esa industria que hoy
se suele llamar por antonomasia de los hermanos
<>, o <>. Es un sistema
verdaderamente moderno.
Y he aquí a este <> de la Iglesia,
anunciando que partirán para América del Sur y
para Patagonia nuevos misioneros. Don Bocconi
-perdón, don Bosco- no se conforma con fabricar
estos misioneros; los hace salir de su
establecimiento armados, vestidos, equipados y con
el bolsillo repleto de dinero. Todo por un sistema
económico y a precios reducidos.
Le basta invitar a las beatas y reaccionarios
de toda Italia a concurrir a esta obra. Uno le
enviará cinco céntimos, otro media lira, y
finalmente, con el conjunto, alcanzará una
cantidad suficiente, hasta le sobrará, y la
expedición se habrá realizado.
No tenemos nosotros ningún vano deseo de
oponernos a ultranza a las misiones católicas. Los
curas tratan de meternos algo del Africa y de la
Patagonia en Italia;
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