((**Es18.608**)
Y precisamente para mejor hacer conocer las
necesidades y condiciones, gracias a Dios,
satisfactorias de nuestras Misiones de América, ha
venido expresamente de aquellos lejanos países
nuestro misionero don Luis Lasagna, el cual no
dejó medio alguno para obligarme a preparar esta
vez también una numerosa expedición de Misioneros
Salesianos y de Hijas de Maria Auxiliadora, tanto
más que él tiene necesidad también de un buen
número de ellos para las Misiones, que le confié
en el vastísimo Imperio del Brasil, más grande por
sí solo que toda la Europa, y en donde hay
regiones vastísimas pobladas únicamente de
salvajes, que corren por aquellas inmensas
florestas, suspirando desde hace muchos siglos una
mano amiga, que vaya a sacarlos de la vergonzosa
barbarie en que yacen sepultados y en que yacerían
aún, quién sabe por cuántas generaciones, si el
celo de los Misioneros, sostenidos por la caridad
de los fieles, no les llevase pronto alguna ayuda.
Inducidos por estos potentes motivos, hemos
decidido preparar para el próximo noviembre la
expedición de una nueva compañía de Misioneros,
que llegarán a lo menos al número de 30, y que
podrán ser todavía más, si los socorros de
nuestros bienhechores nos llegaran a tiempo y en
abundancia.
Ahora bien; no dejaréis de comprender
fácilmente, caros Cooperadores y Cooperadoras, que
para preparar la nueva compañía de conquistadores
de almas y propagadores del reino de Dios sobre la
tierra, ocurren gravísimos gastos, ya de
ornamentos sagrados, ya de trajes y ropa blanca,
ya de objetos para la iglesia, escuela y
habitaciones, ya también de gastos urgentísimos
para los viajes, equipajes y transportes, que
deben hacerse por mar y por tierra. Por lo tanto,
no me queda otro recurso que poner toda mi
esperanza en Dios y en vuestra generosidad, oh
carísimos Cooperadores y Cooperadoras, a fin de
que los auxilios que me habéis prodigado en las
expediciones anteriores, no dejéis de enviármelos
en la que actualmente estamos preparando, a pesar
de la gran estrechez de medios materiales que nos
aflige. Apelo, pues, de nuevo a vuestra caridad;
escuchad también vosotros, juntamente conmigo, la
voz de nuestros Misioneros y el grito que nos
mandan tantos pobres abandonados en aquellas
lejanas tierras.
Suplícoos, por tanto, que contribuyáis a
hacernos posible la futura y nueva expedición,
socorriéndonos con fervientes oraciones y con
ofertas que podréis hacer de muchas maneras, como
por ejemplo con tela, ropa blanca, paños, trajes,
ornamentos de iglesia, etc., y aún más con dinero,
con que poder pagar los gastos de viaje y
transportes por tierra y por mar; en fin con
cualquier limosna que la piedad os sugiera y
vuestras fuerzas lo permitan.
((**It18.712**)) En el
Oratorio de Turín, de donde saldrán los nuevos
Misioneros, se recibirá con gratitud, ya por
correo, ya por ferrocarril, todo lo que vuestra
industriosa caridad enviará a tan noble intento.
Me permito también rogaros tengáis la bondad de
buscar al mismo tiempo, entre vuestros conocidos y
amigos a alguna persona que quiera concurrir con
su óbolo a esta obra de humanidad y fe.
Nosotros anotaremos vuestros nombres y los de
ellos en el Registro de nuestro pío Instituto para
recordarlos todos los días en nuestras oraciones,
e implorar del Cielo copiosas bendiciones sobre
vosotros y sobre todos aquellos que nos
beneficiarán, sobre sus familias y sobre sus
obras, seguros de que Dios los anotará en el libro
de la vida, esto es, en el libro de los
predestinados, puesto que es sentencia del gran
San Agustín que quien atiende eficazmente a la
salvación de las almas, pone a salvo la suya
propia: Animam salvasti, animam tuam
praedestinasti.
María Santísima, que se ha constituido
Protectora y Madre de nuestros Misioneros
(**Es18.608**))
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