((**Es18.58**)((**It18.56**))
->>Tenéis fe en María Auxiladora?
-Sí señor, respondió el padre.
-Si tenéis fe, desatad a la muchacha, que se
vista en esa habitación y veréis cómo se levantará
y andará por sí sola.
-Eso es imposible, prorrumpió al instante la
madre. Los médicos no quieren que se la toque. Es
imposible, y, además, no puede moverse nada.
-Hagan lo que les digo, repitió don Bosco.
Y entonces, la misma enferma dijo:
-Tenga fe, papá; crea a don Bosco; haga la
prueba de obedecerle;
quíteme las ataduras y yo curaré.
Después de algún titubeo, el padre la desató.
Tomó ella entonces los vestidos que estaban sobre
la camilla, se los puso ella sola, se levantó y
empezó a caminar diciendo:
-Mire, papá, mire, mamá, qué bien ando; íestoy
curada!
La madre casi se desmayó por la emoción y el
padre lloraba. La muchacha, en cambio, les rogaba
que le ayudasen a llevar a casa la camilla, porque
quería ir por su propio pie. El padre intentaba
disuadirla y le decía que se acostara para
llevarla ellos.
-Don Bosco, >>qué debemos hacer?, preguntó la
joven.
-Pues mira, respondió el Santo; vete a casa con
tu padre y con tu madre y dad gracias a María
Auxiliadora.
Es fácil imaginar lo que sucedió afuera, al ver
salir de la habitación la camilla vacía y a la
muchacha caminando detrás a paso firme. En seguida
le llevaron otros enfermos, pero don Bosco dijo:
-íYa basta por hoy!
Y empezó a prescribir determinadas oraciones
que debían recitarse por largo espacio de tiempo
para obtener la gracia.
Una señora, que había presenciado la escena
anterior, mandó a buscar a su hijo, que yacía en
cama, para que lo llevaran a la presencia de don
Bosco; pero él lo bendijo deprisa, le prescribió
unas oraciones a recitar durante un determinado
número de días y, dando buenas esperanzas de que
curaría, se alejó.
((**It18.57**)) Al
mediodía aceptó la invitación para ir a comer en
casa del señor Potron, desde donde hubo de volver
a casa de monseñor Guigou, para atender los deseos
de infinidad de personas. Entraban por grupos en
su habitación, recibían la bendición y una medalla
y salían en seguida. Finalmente fue a visitar a su
Alteza Real la princesa de Hohenzollern Antonia de
Braganza, esposa del Príncipe Leopoldo y ferviente
católica, que aceptó encantada el nombramiento de
Cooperadora Salesiana. Desde allí se dirigió a la
estación, donde le(**Es18.58**))
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