((**Es18.574**)
>>Quién ignora la vida de fe de este hombre? Su
mismo principio, la cuna del Instituto en el día
de la Inmaculada Concepción, >>no os ha indicado
ya que la obra ponía su cimiento fundamental en la
religión inspirada por la fe? >>Quién le llevó a
dedicarse a estos muchachos sino la fe? >>No fue,
acaso, la consideración de lo mucho que ha costado
una alma al Hombre Dios, y la sublimidad de los
destinos a que está llamada? >>No fue el íntimo
convencimiento del supremo derecho que Dios tiene
a ser adorado, amado, servido por las criaturas
racionales, lo que le arrastró a dedicarse a estos
muchachos? >>Y todo esto, no es espíritu de fe?
>>Puede dudarse que en esta obra no haya entrado
la fe?
Dejo la vida privada de este Siervo de Dios; no
levantemos la cortina que cubre sus virtudes y el
velo de modestia que le envuelve, porque, ni aun
queriéndolo, sería justo ni conveniente; pero,
mirando las obras exteriores, y juzgando del fruto
por la semilla, no dudamos en decir que la obra de
don Juan Bosco fue una obra de fe viva: ((**It18.668**)) y sus
seguidores, sus beneméritos hijos han continuado
con la misma fe la obra que él fundó. Cuando uno
visita la casa que está al lado del Santuario de
María Auxiliadora en Turín, y recorre, como yo lo
he hecho, aquella ciudad viviente de muchachos,
ocupados unos en los ruidosos talleres; otros,
callados e inmóviles en el pupitre; éstos
pendientes de los labios del maestro, ésos
recogidos en torno a un confesonario, aquéllos de
rodillas bajo el manto de María Auxiliadora
cantando sus alabanzas, todos juntos, en pie o
sentados, en torno al redivivo Felipe Neri, poco
después del ocaso, cuando un rayo de luna ilumina
la ilustre ciudad y dora las venerandas canas del
hombre de Dios, que están pendientes, casi en
éxtasis, de los labios del hombre Venerando,
oyendo unas pocas y sencillas palabras que caen
como la lluvia sobre un terreno bien preparado; y
unos lloran, otros sonríen y todos se animan a una
vida nueva y a resoluciones generosas, cuando,
repito, considero todo esto, digo: aquí no entra
para nada el mundo, aquí golpean en vano a la
puerta la carne y la sangre: aquí sólo cuenta la
fe.
Cuando se consideran los anales y la historia
de sus misiones en América del Sur, en donde,
además de las dificultades generales (y basta
conocer un poco los anales de la propagación de la
fe para entenderlo) se añaden otras totalmente
especiales; clima destemplado, razas mixtas,
tradiciones corrompidas, salvajes que no conocen a
Dios, pueblos civilizados peores que los salvajes,
forasteros que llegan allí para el lucro y la
especulación, y hablan distintas lenguas,
portugués, indio, español; supersticiones,
frialdad, indolencia en muchos ministros del
Santuario, gobiernos rencorosos contra la Iglesia,
sociedades masónicas, costumbres rotas y perdidas,
etc. etc., hagamos una mezcla de todas estas
cosas, una composición con todos estos elementos
y, aun sin mucha erudición, bastará ello sólo para
conocer que la empresa de los Salesianos en
América es ardua.
Una empresa que ha cansado muchos brazos y
acabado con las fuerzas de muchas órdenes
beneméritas antes que ellos, ha vuelto a florecer
en la Iglesia de Dios con la humilde y moderna
Congregación Salesiana, por disposición de Dios
dueño de sus dones.
El vencer tantas dificultades, las sospechas de
los gobiernos, el conciliarse el aprecio de los
Obispos y el Clero, desarmar las sectas enemigas
de Dios y de la Iglesia y ser ángeles de paz bien
vistos por aquellos hombres, con cara de hombres y
corazón de tigre, no es más que obra de la fe. La
fe ha hecho nacer esa obra, la ha transmitido a
sus hijos, los cuales la conservarán, si a Dios
place y escucha nuestros votos.
Si fuera sólo éste el beneficio aportado por
don Juan Bosco, ya sería relevante. Escribía, hace
pocos días, un novelista francés, poco amigo de la
Iglesia, cuyo nombre
(**Es18.574**))
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