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-íSeñor Rector, usted tiene aquí ladrones!>>
Por mi parte, yo no advertí la mirada severa
lanzada por el Santo a nuestro querido Anselme,
Pero oí muy bien las Palabras: -Usted tiene aquí
ladrones -y vi la agradable sonrisa del Padre. Por
otra parte, todo puede conciliarse: la mirada
severa ante factum y la sonrisa post factum.
((**It18.661**)) Así
sucede que en los Santos, como en Dios, la
justicia y la misericordia se dan un beso
inefable.
Cuando salíamos de la inolvidable audiencia
dijo todavía don Bosco al seminarista Jourdan:
-Usted, amigo mío, tiene que quedarse conmigo.
Nuestro querido condiscípulo preguntó al
reverendo Rostaing qué debía responder a la
invitación del Santo.
<>.
Hemos sabido, en efecto, que hizo muy buen
servicio a su Comunidad en el momento de la
tormenta. Hacia 1929 (no tengo la fecha exacta de
su muerte) fue a Sainte Foy de Lyon, donde el
cardenal Maurin, nuestro antiguo obispo de
Grenoble, le había llamado para estudiar y trazar
los planos de una importante casa que se quería
fundar.
El tercer día por la tarde se hizo la lectura
espiritual a base de un folleto sobre la vida de
don Bosco, que acababa de publicarse, y en el que
se relataban gracias obtenidas por el Santo.
Ignoro el autor de dicho opúsculo (en francés),
pero recuerdo que en él se hablaba de la curación
de una muchacha, ya en coma, y de sus cualidades
gimnásticas, gracias a las cuales pudo alejar de
la iglesia de su pueblo a un saltimbanqui que se
gozaba en estorbar los Oficios. Según parece, hizo
notables movimientos en el trapecio. >>No se le
podría poner como patrono de las Sociedades
gimnásticas, tan en boga actualmente?
Leíamos también en la sala de ejercicios una
biografía del Santo que aún vivía, y más todavía
que se encontraba en el edificio de enfrente. No
se dijo quién era, porque él hubiera ido a
reñirnos... Hay que confesar que este incidente de
su estancia en el Seminario Mayor de Grenoble no
era algo vulgar.
Es inútil recordar que, durante los recreos,
nos presentábamos a él para que nos bendijera y
tocara toda una serie de objetos... rosarios,
navajitas, íhasta portamonedas!... El Santo se
prestaba a ello con una gracia encantadora y una
exquisita sonrisa de bondad. Un día, saliendo del
Seminario para ir a la Catedral, hubo que
llevarlo, por la enorme multitud que se apiñaba en
la calle del Vieux Temple. Todos querían ver y oír
al Santo.
Don Bosco se despidió de nosotros en el
comedor. Sus últimas palabras fueron éstas:
-Que Dios os conceda salud y santidad: salud
para trabajar y santidad para ir al cielo.
Que su poderosa intercesión nos ayude a
realizar su buen deseo, tan paternal y
sobrenatural a un mismo tiempo.
Así sea.
Fr.
PEDRO MOUTON,
Vicario de la Cartuja
de
Motta Grossa (Pinerolo)
(**Es18.568**))
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