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((**Es18.568**) -íSeñor Rector, usted tiene aquí ladrones!>> Por mi parte, yo no advertí la mirada severa lanzada por el Santo a nuestro querido Anselme, Pero oí muy bien las Palabras: -Usted tiene aquí ladrones -y vi la agradable sonrisa del Padre. Por otra parte, todo puede conciliarse: la mirada severa ante factum y la sonrisa post factum. ((**It18.661**)) Así sucede que en los Santos, como en Dios, la justicia y la misericordia se dan un beso inefable. Cuando salíamos de la inolvidable audiencia dijo todavía don Bosco al seminarista Jourdan: -Usted, amigo mío, tiene que quedarse conmigo. Nuestro querido condiscípulo preguntó al reverendo Rostaing qué debía responder a la invitación del Santo. <>. Hemos sabido, en efecto, que hizo muy buen servicio a su Comunidad en el momento de la tormenta. Hacia 1929 (no tengo la fecha exacta de su muerte) fue a Sainte Foy de Lyon, donde el cardenal Maurin, nuestro antiguo obispo de Grenoble, le había llamado para estudiar y trazar los planos de una importante casa que se quería fundar. El tercer día por la tarde se hizo la lectura espiritual a base de un folleto sobre la vida de don Bosco, que acababa de publicarse, y en el que se relataban gracias obtenidas por el Santo. Ignoro el autor de dicho opúsculo (en francés), pero recuerdo que en él se hablaba de la curación de una muchacha, ya en coma, y de sus cualidades gimnásticas, gracias a las cuales pudo alejar de la iglesia de su pueblo a un saltimbanqui que se gozaba en estorbar los Oficios. Según parece, hizo notables movimientos en el trapecio. >>No se le podría poner como patrono de las Sociedades gimnásticas, tan en boga actualmente? Leíamos también en la sala de ejercicios una biografía del Santo que aún vivía, y más todavía que se encontraba en el edificio de enfrente. No se dijo quién era, porque él hubiera ido a reñirnos... Hay que confesar que este incidente de su estancia en el Seminario Mayor de Grenoble no era algo vulgar. Es inútil recordar que, durante los recreos, nos presentábamos a él para que nos bendijera y tocara toda una serie de objetos... rosarios, navajitas, íhasta portamonedas!... El Santo se prestaba a ello con una gracia encantadora y una exquisita sonrisa de bondad. Un día, saliendo del Seminario para ir a la Catedral, hubo que llevarlo, por la enorme multitud que se apiñaba en la calle del Vieux Temple. Todos querían ver y oír al Santo. Don Bosco se despidió de nosotros en el comedor. Sus últimas palabras fueron éstas: -Que Dios os conceda salud y santidad: salud para trabajar y santidad para ir al cielo. Que su poderosa intercesión nos ayude a realizar su buen deseo, tan paternal y sobrenatural a un mismo tiempo. Así sea. Fr. PEDRO MOUTON, Vicario de la Cartuja de Motta Grossa (Pinerolo) (**Es18.568**))
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