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nueva iglesia que la piedad de los barceloneses
levantará sin duda en aquel importante centro de
educación de las clases pobres.
En medio de las inevitables dificultades que
naturalmente han de surgir para dar cima a tan
santa obra, debe alentar a los decididos
cooperadores de la misma la idea de que los
Talleres Salesianos vienen a llenar en Barcelona
una necesidad aún más imperiosa que en otras
poblaciones. Centro fabril, cual pocos, e influido
por la propaganda del cosmopolitismo
revolucionario, merced a la proximidad con
Francia, presta servicio incalculable la
institución que asegura a las familias necesitadas
que sus hijos puedan recibir una educación
cristiana, además del oficio que se les enseñe, y
que contribuirá a que desde la infancia se les
inculque el amor a Dios y el respeto al prójimo,
la obediencia a sus superiores y la dulzura con
sus inferiores, si llegan a tenerlos; allí se
inspirarán en las enseñanzas cristianas, lo mismo
para su propria conducta, como en el seno de la
familia y en el ejercicio de sus deberes de
ciudadano. La Institución de los Talleres
Salesianos es, pues, una institución que podrá
prestar grandes beneficios a las familias, a la
sociedad y a la patria, y por esta razón creemos
que Barcelona debe felicitarse del viaje que ha
hecho a nuestra ciudad don Bosco y abrigamos la
confianza de que la solemne función religiosa que
ayer se celebró en la iglesia de Nuestra Señora de
Belén, que reseñamos en otro lugar de este número,
será en extremo provechosa para realizar en un
breve período de tiempo las aspiraciones del
venerable anciano que ha tenido en nuestra ciudad
una acogida en extremo cariñosa.
(Diario de
Barcelona, 1.° de mayo de 1886)
16 (el original en español)
Don Bosco en la villa de don Luis Martí y
Codolar
Escribo estas líneas bajo la más dulce de las
impresiones.
Me refiero a la fiesta de familia que los
amables señores Martí y Codolar, cuya bondad y
explendidez es bien conocida, han celebrado en
honor de don Bosco, de ese varón apostólico y
extraordinario; del Abad mitrado de la Santa
Trapa, y de los pobres niños acogidos y educados
en los Talleres Salesianos de Sarriá.
Lo que ha pasado en medio de aquellos jardines
hermoseados por ((**It18.652**)) las
galas de la primavera y por el gusto exquisito de
sus dueños, llenos de flores perfumadas, poblados
de fieras reclusas, de aves raras, de estatuas, de
plantas tropicales y de cuanto el capricho e
inteligencia de un afamado comerciante y naviero
ha recogido y mandado traer de remotos climas y de
distantes tierras, es de explicación difícil.
El obsequio empezó por un bien servido banquete
del que disfrutaron los pobres niños acogidos,
cuya alegría era grande. Después de él la orquesta
salesiana tocó dos piezas de concierto con mucha
más afinación y más gusto del que puede exigirse a
unos niños que hoy empiezan a saludar el arte.
En un parterre rodeado de cedros del Líbano,
sentáronse don Bosco y el Abad mitrado de la
Trapa; colocados a su lado y a su alrededor los
pobres niños salesianos, y la familia, amigos y
servidores de los dueños. El Prelado trapense con
voz elocuente y llena de unción evangélica,
improvisó un discurso, en el que reflejó los
sentimientos de gratitud de que estaba poseído y
encareció a los niños el deber en que estaban de
obedecer, aprender y trabajar, para luego ser
útiles a la sociedad y poder más tarde constituir
una familia. Con una naturalidad que encantó,
pidióle a don Bosco que se
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