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((**Es18.56**) Los otros dos estaban afuera sobre ascuas. Apenas llegó a ellos se lamentaron de que había pasado la hora y le dijeron: -Vamos de prisa, que no llegamos a tiempo. Quizá ya es demasiado tarde. -Entonces, ciau! les respondió en piamontés sonriendo; turnuma a ca (Paciencia, volvámonos a casa). Entre tanto iba saludando y acariciando a los jóvenes del colegio que encontraba y a alguno le daba además un buen recuerdo. Ya en la calle subió al coche que le había enviado la marquesa de Constantin. El barón Héraud con su buen humor, se empeñó en hacerle de lacayo y saltó al coche. A las cuatro debía celebrarse en palacio una recepción de gala; por ello damas y caballeros rondaban por las salas, curiosos por ver a don Bosco, a quien contemplaban con veneración. Al llegar a la antecámara un paje anunció a la Reina la presencia de don Bosco. Fue introducido inmediatamente. La Reina salió a su encuentro con demostraciones de cortesía y hablándole con la ((**It18.54**)) mayor afabilidad. Le hizo sentar, le pidió noticias de sus casas, de sus muchachos, de su método de educación y de cómo hacía frente a los gastos; le rogó, además, que se quisiera ocupar de Würtemberg. Mientras le hablaba y escuchaba, lo contemplaba reverentemente, hasta que, por último, le preguntó si en aquel momento necesitaba ayuda. Don Bosco le respondió que, por ser la primera vez que tenía el honor de ver a su Majestad, no quería hablar de aquel tema. Pero como la Reina insistiese, deseosa de hacer cualquier cosa por él, le explicó qué eran los Cooperadores Salesianos. -Precisamente, respondió la Reina, esto es lo que quería de usted: hágame Cooperadora Salesiana. La conversación duró tres cuartos de hora. Cuando don Bosco le dijo que se disponía a partir para España, la Reina respondió que no quería entretenerle, pero le rogaba que volviera por Niza y, en el momento de despedirse, le dijo conmovida: -Le agradezco la bendición que ha traído a mi familia; daré noticias de este encuentro a mis parientes y les referiré cuanto me ha dicho. Tomo nota en seguida del día y de la hora de una visita tan preciosa. Para retirarse de la presencia de un soberano hay que esperar a que él haga la señal de despedida; pero la Reina daba la impresión de que no se determinaba a dejar irse a don Bosco. Por fin, sin llamar a ningún servidor, como hubiera pedido la etiqueta, le acompañó personalmente hasta la puerta. Al ver a don José Ronchail y a Viglietti, preguntó quiénes eran, qué cargo desempeñaban y les presentó sus(**Es18.56**))
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