((**Es18.550**)
querido concederme un nuevo honor: el de
encargarme de hablar en su lugar para honrar a un
miembro de su numerosa familia, uno de los que le
son más queridos.
Es un padre que encarga a su hijo que salude a
un nuevo hermano.
El vocablo padre tiene suavidades incomparables
que ningún otro puede sustituir; por eso he
aceptado con pena esta tarea, tan dulce, sin
embargo, para mi corazón; el corazón suplirá la
falta de talento.
Don Bosco quiere tiernamente a sus hijos.
Vosotros recordáis que hace pocos años, nuestro
Santo Padre el Papa se dignaba, a petición de don
Bosco, distinguir a uno de nosotros, sin él
saberlo, honrándolo con una gracia insigne al
nombrarle Caballero de la noble y gloriosa Orden
de San Gregorio el Magno.
El afortunado privilegiado era el mismo que en
este momento tiene el honor de dirigiros la
palabra.
En aquel momento, voy a confesarlo, yo murmuré
((**It18.639**)) contra
don Bosco. Me pareció que se excedía al colocar a
los pequeños por delante de los mayores. Era
quizás una debilidad del corazón de don Bosco que
quiere tanto a los pequeños... Sin embargo, yo os
decía entonces y os lo repito hoy: la prueba de
honor solicitada por don Bosco y generosamente
concedida por el Padre Santo, no iba dirigida a la
persona, sino a la colectividad de Cooperadores de
la obra salesiana en Niza; yo no era, en cierto
modo, más que el portaestandarte. Sólo con este
título recibí las nobles insignias, solamente con
este título.
Pero don Bosco hace bien todo lo que hace y
termina por llevar siempre la razón, ya que por
eso, hoy, un nizardo de origen y de vieja cepa
puede recibir en la noble familia a un nuevo
hermano, nizardo él por adopción y elegido esta
vez entre los más ilustres. Y además, he aquí que
con la ocasión que se me ha dado de hablar en
nombre de don Bosco y, de algún modo, en nombre de
la ciudad de Niza, me encuentro por lo mismo en
condición de saludar más dignamente y con mayor
brillo al nuevo caballero.
Pero os tengo en vilo. Perdonadme. Estáis
impacientes por saber quién es el recipiendario:
está aquí y os toca a vosotros señalarlo.
Mirad y ved al que sobresale entre todos por su
ciencia y por su gran corazón. Sí, es él: el más
entregado a las obras católicas, el más caritativo
con los pobres y los obreros. Sí, es él: el más
apegado a don Bosco y a su obra, que le ha hecho
conocer de un extremo a otro de Francia, y puede
decirse, del mundo entero, con su maravilloso
libro, que todos tenéis entre las manos. Sí, es
él: y, si queréis que yo apure más la cuestión,
para que le conozcáis mejor, os diré: poned todos
la mano sobre el corazón y preguntaos a quién
votaríais si tuvierais que hacer vosotros la
elección.
-Todos votaríamos, por aclamación, al Doctor
D'Espiney.
Y él es el nuevo Caballero de San Gregorio el
Magno, vosotros lo habéis dicho: es el doctor
D'Espiney.
>>No tenía yo razón al deciros que vosotros
mismos lo señalaríais? Vox populi vox Dei.
Y ahora que he tenido el placer de hacéroslo
conocer, que le habéis aplaudido, que le hemos
aclamado, os pido el honor de darle, yo el
primero, después de don Bosco, el espaldarazo de
hermano al nuevo caballero.
Ya no estamos en las salas de armas de los
antiguos caballeros de la Edad Media. Han cambiado
las armaduras y las armas. La sala es sencilla y
modesta. El primer caballero es dulce y pacífico y
sus armas son las nuestras: nuestra coraza es el
corazón abierto en el pecho; nuestro casco, la fe
católica; nuestras armas para la defensa y el
(**Es18.550**))
<Anterior: 18. 549><Siguiente: 18. 551>