((**Es18.54**)
A los postres, el ingeniero pronunció un
bellísimo discurso en el que se fundían la
dignidad de conceptos y la exquisitez de forma 1.
Queremos recordar aquí una sola afirmación que
sobrepasa los términos de una simple cortesía de
sobremesa. Levrot conocía muy bien a nuestro Santo
por su trato habitual con él, y podía medir mejor
que nadie el alcance de sus palabras, cuando dijo:
<>.
Era así realmente. No pocas veces, en efecto,
se enjuiciaba primeramente a don Bosco de un modo
desfavorable y hasta malintencionado, pero, al fin
de cuentas, se salía con la suya, ganándose la
aprobación y la alabanza. Por citar un caso, que
propiamente fue un conjunto de casos, la
incomprensión perduró largo tiempo y hasta después
de su muerte; pero, en el momento predispuesto por
la Providencia, la justificación del Siervo de
Dios brilló con luz refulgente ante la faz de toda
la Iglesia.
Entre los aplausos de los comensales, don Bosco
prendió la cruz en el pecho del nuevo Caballero;
habló después el abate Bonetti, habló también don
Bosco y el abogado Michel. <>, anota don Carlos Viglietti.
Más tarde y acompañado por el director don José
Ronchail y Viglietti, fue don Bosco a visitar a la
condesa Braniska, en cuya casa encontró al Duque
de Rívoli y otros nobles señores. Desde allí se
dirigió a casa de la Señora de Montorme. Al volver
a casa, tenía el gabán hecho jirones, producidos
por las tijeras de las personas devotas.
Al día siguiente se multiplicaron las visitas,
de modo que no le quedó a don Bosco un momento de
respiro. Pero, con las visitas, se multiplicaba
también la caridad. Por la tarde se presentó una
condesa inglesa, ((**It18.52**))
dispuesta a hacer donación de una vasta propiedad
suya en Inglaterra, para que fundase allí una casa
salesiana. Movíale a tanta generosidad el deber
del reconocimiento. Hacía pocos días,
encontrándose muy enferma, sin poder moverse de la
cama, había escrito a don Bosco implorando su
bendición y, apenas recibió la respuesta, se había
sentido bien y, sin ninguna incomodidad, había ido
por su pie a visitarle.
Fue notable el caso de la señora Mercier,
oriunda de Inglaterra, pero domiciliada en Francia
desde hacía mucho tiempo. Aunque era protestante,
había escrito a don Bosco desde Niza el día 7 de
diciembre de 1885. Estaba enferma desde hacía diez
años e imploraba el
1 Ap., Doc. núm. 5.(**Es18.54**))
<Anterior: 18. 53><Siguiente: 18. 55>