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Socios todo lo ocurrido con su circular del siete
de marzo, que termi naba diciendo: <>.
Llevado a feliz término este asunto, era deber
ineludible de don Miguel Rúa ir a Roma para rendir
personalmente una visita de respeto al Papa;
partió, pues, para Roma en la primera mitad de
febrero. Y mientras esperaba allí a que se le
concediera audiencia, visitó a diversos Cardenales
y Prelados, en los que encontró generalmente
recibimientos muy alentadores 1.
Fue recibido por el Padre Santo el día
veintiuno de febrero. El primer pensamiento del
Pontífice fue para don Bosco, a quien llamó santo.
Después dio dos consejos: que se afianzaran bien
las obras dejadas por don Bosco, sin tener prisa
por extenderlas, y que se proporcionase una buena
formación a los novicios. Repitió que don Bosco
había demostrado también su santidad con su modo
de comportarse con el ((**It18.620**))
Vicario de Cristo.
Pidió después noticias de las Casas y Misiones.
Cuando fue introducido el Procurador, le recomendó
que se empeñara en que la Casa de Roma fuese una
Casa modelo, dada su mucha importancia.
Don Miguel Rúa volvió a casa con el corazón
desbordante de alegría, escribió lo más pronto que
pudo el coloquio tenido con el Padre Santo y lo
imprimió, formando parte de la primera carta
circular, que envió el diecinueve de marzo
siguiente a todas las Casas, en su calidad de
Rector Mayor 2.
En ella ordenaba que, sin dilación, se
recogieran los recuerdos referentes a la vida de
don Bosco; porque personajes de autoridad le
habían animado a que introdujera la causa cuanto
antes. Después hacía esta paternal exhortación:
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