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Pero el golpe definitivo lo dio el procurador
don César Cagliero.
Cuando el Cardenal Protector le dejó entrever que
se estaba estudiando el proyecto de anexionar la
Congregación Salesiana a otra Congregación, le
declaró inmediatamente que todos sus mejores
miembros se valdrían de su derecho inalienable
para rehacerse de su propia libertad y que él
sería el primero en dar ejemplo. Esta declaración
hizo abrir los ojos, no tanto al Cardenal
Parocchi, que no lo necesitaba, sino a otros, a
quienes se les dio a conocer. De este modo los
testimonios de monseñor Manacorda, reforzados con
la actitud de don César Cagliero, terminaron por
disipar completamente las nubes.
Pero mientras don César Cagliero tenía a los
Superiores al corriente de las cosas de Roma, los
Superiores se encontraron en Turín frente a un
grave problema. En el 1885 don Bosco había
comunicado verbalmente al Capítulo Superior el
nombramiento de don Miguel Rúa como Vicario suyo,
con derecho a sucesión, nombramiento hecho por la
autoridad de León XIII y comunicado de palabra al
Siervo de Dios por los cardenales Nina y Alimonda;
pero no había dado lectura ni hecho referencia a
ningún decreto. Un documento, que en breve
leeremos, hace referencia a aquel decreto romano;
pero, con toda probabilidad, ni don Bosco ni
ningún otro en Turín pudo ver el texto. En caso
contrario, don Joaquín Berto lo habría archivado,
como todos los documentos que se referían a la
Congregación, y, según su costumbre, antes de
archivarlo, habría sacado copia. ((**It18.615**)) Por
otra parte, en la circular que don Bosco dirigió a
los Salesianos en la fiesta de Todos los Santos
del 1885, en la que comunicaba a los socios esta
disposición, decía que el Padre Santo le había
dado a entender su agrado por la elección de don
Miguel Rúa para Vicario, por medio del cardenal
Alimonda, sin mencionar un decreto pontificio, ni
aludir a la futura sucesión. Don Antonio Notario,
que asistió al Procurador en todas las diligencias
de aquellos días, fue del parecer y continúa
siéndolo, que tal decreto desapareciera al pasar
por la Congregación de Obispos y Regulares. La
suposición tiene muchos visos de probabilidad, si
se considera que entonces el Cardenal Prefecto
tenía por seguro que la Congregación Salesiana se
disolvería al morir el Fundador.
La falta, pues, de este escrito, sin que se
supiera la causa, ponía a los Superiores en un
serio apuro ante la duda de si don Miguel Rúa
había sido designado Vicario con derecho a
sucesión o sólo durante la vida de don Bosco. Para
no incurrir en cualquier irregularidad, se expresó
la duda al cardenal Alimonda. Su Eminencia
respondió que, verdaderamente, el nombramiento se
extendía también a la sucesión;
(**Es18.530**))
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