((**Es18.53**)
No nos han llegado noticias sobre su estancia
en Alassio. De la carta que don Carlos Viglietti
escribió a don Miguel Rúa la tarde del día
dieciocho, solamente se desprende que nada podía
quitar de su mente el recuerdo del Oratorio.
((**It18.50**)) Decía,
en efecto, el secretario: <>.
El día veinte estaba en Niza, donde pensaba
permanecer hasta fin de mes. Pronto empezaron las
visitas. A la conferencia del día veinticuatro
asistió la flor y nata de la ciudad, a la que se
añadieron muchos nobles señores que se encontraban
en Cannes.
El conferenciante, que fue el abate Bonetti,
hijo de Niza, pronunció un discurso genial. Dijo:
<>-Yo disfruto aquí de todo bien, pero he visto
que vuestras criaturas en la tierra gimen e
imploran vuestra ayuda. Dios mío, yo sacrifico con
gusto todo el bien del cielo para acudir en su
auxilio.
>>-Conforme, respondió el Señor.
>>Y entonces aquel ángel del cielo, bajó con
sus alas doradas a Italia; voló a Francia, a
España; derramó por toda Europa sus eficaces
bendiciones; voló hasta las partes más lejanas de
América y las colmó de sus dones y, sin cansarse
de hacer el bien, este ángel de paz quebrantado ya
por los años y por la fatiga, pasa todavía por
todas partes bendiciendo y consolando a los
hombres. Señores oyentes, conocéis a este ángel,
está entre vosotros: es don Bosco>>.
También habló don Bosco; habló conmovido,
atribuyendo a los Cooperadores todo el bien que
hacen los Salesianos. <>, comenta el cronista.
A la comida asistieron numerosos invitados,
entre los que se encontraban los imprescindibles y
apreciadísimos señores Levrot, D'Espiney y Michel.
Don Bosco había aguardado aquella festiva ocasión
para honrar especialmente al doctor D'Espiney. Por
su mediación, el Papa ((**It18.51**)) lo
había nombrado caballero de la Orden de San
Gregorio Magno, y encargó al ingeniero Levrot, que
ya había sido condecorado con la misma distinción,
que dijera unas palabras para anunciar a todos el
nombramiento. (**Es18.53**))
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