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((**Es18.510**) La hija Rosa, que tantas veces le había visto en su casa, se había hecho religiosa dominica en Mondovì-Carassone, cambiando su nombre de pila por el de Filomena. Era la Superiora de la casa de Garessio; durante la enfermedad de don Bosco sufría mucho con ciertas penas espirituales y algunas incomodidades físicas; por eso había escrito a su madre, rogándole que fuera a pedir a don Bosco una bendición para ella. Mas, por obvias razones, no había recibido ninguna respuesta. Pues bien, el 31 de enero de 1888, antes de que amaneciera, y después de haber pasado la noche sin descanso, se adormeció ligeramente y he aquí que se le apareció don Bosco derecho a los pies de su cama, con la manteleta de costumbre recogida sobre el brazo, con el sombrero en la mano derecha y con aspecto juvenil, alegre y animado, como cuando solía verlo en casa de sus padres, siendo niña. -Don Bosco, exclamó al verlo. >>Le ha hablado mi madre de mí? Estoy tan molesta y me encuentro tan débil, que no puedo hacer nada bueno. -Ya sé, respondió, que su madre tenía deseos de verme, pero no ha podido. Mire, cuando yo estaba en este mundo era muy poco lo que podía hacer por usted y su familia; pero ahora, que estoy en el Cielo, puedo hacer mucho más y quiero hacer lo que entonces no pude, porque tenía que preocuparme de mis muchachos y de mis casas. -Pues si es así, contestó la religiosa, obténgame de Dios ((**It18.590**)) salud y fuerza y verme libre de las angustias del corazón para que pueda correr por el camino del Señor y hacer el bien, como usted ha hecho, y llegar yo también al Cielo. -Pero >>no ve que está muy bien y que su corazón está lleno de buena voluntad? Levántese, pues; Dios está con usted. A estas palabras se despertó. No le quedaba ni sombra de malestar y las tristes preocupaciones de su corazón habían cambiado por una gran confianza en Dios. Loca de alegría y llena de agradecimiento se levantó y sólo entonces se dio cuenta de que había soñado. Maravilláronse las hermanas al verla con ellas; y apenas terminaron sus prácticas religiosas la rodearon, haciéndole mil preguntas de cómo había podido levantarse y había tenido fuerzas para ir a la iglesia y cómo se encontraba en aquel momento... Con la mayor naturalidad les contó la aparición de don Bosco. Al oír que don Bosco ya no estaba en este mundo, las monjas empezaron a desconfiar porque las últimas noticias que habían recibido eran contrarias, pues hablaban de una mejoría. Pero, poco después, supieron (**Es18.510**))
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