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benevolencia y, después, se puso en actitud de dar
la bendición. íMagnífico espectáculo! Ya
anochecía. Don Bosco seguía allí... de pie, y muy
recogido; levantó la diestra para trazar la cruz
sobre la muchedumbre postrada a sus pies. Al amén
estalló un grito inmenso de Viva don Bosco, cuyos
ecos se iban repitiendo a lo lejos. Las campanas
repicaban a fiesta y las olas del mar, que se
agitaban delante, parecía que mugían ante el
claror de las estrellas. Los ancianos no han
olvidado todavía aquel momento de emoción.
En la casa del párroco, dio audiencia hasta las
nueve.
-Toda esa gente, dijo después al secretario, ni
siquiera sabe qué es lo que quiere de mí. Viene
uno y me dice que tiene a su mujer enferma; otro a
su hermano, aquélla a su marido y todos quisieran
su curación. Y añaden: -Dígame cúanto vale.
-Miren, les digo yo: las gracias no se venden;
digan tres avemarías a María Auxiliadora durante
tres días ->>Y todo queda arreglado con las
avemarías?, replica alguno; dígame sin rodeos
cuánto vale todo esto. Y don Bosco necesita
explicar que es preciso tener fe, rezar y dar
limosnas para obtener las gracias del Señor.
Y fe verdaderamente la había. Llovieron los
donativos, no sólo en dinero, sino, además, en
anillos, zarcillos y otras alhajas.
((**It18.48**)) Entre
los muchos que se presentaron a don Bosco, hubo
una mujer muy afligida que llevaba a su hijita con
las piernas tan endebles, que peligraban de
quedársele encorvadas.
La raquitis la iba deformando cada día más. Don
Bosco la bendijo y dijo después a su madre.
-Vaya usted con Dios, señora; no se apene, su
hija se pondrá bien.
En efecto, la niña empezó a mejorar, creció
robusta y todavía vive:
se llama Carmela Gracchi.
Poseemos también la relación detallada de una
gracia de carácter espiritual. La señora María
Bruzzone, natural de Rossiglione y residente en
Varazze, tenía un hijo llamado José, el cual
perdió su docilidad y afectuosidad y comenzó a
alternar con compañías sospechosas e ir a los
bailes. La pobre madre no podía vivir en paz. Si
le amonestaba, el muchacho callaba, sonreía y
seguía igual. Se había asociado, además, a una
pandilla de gente juerguista que no pensaba más
que en divertirse. La angustiada señora lloraba y
rezaba. La llegada de don Bosco consoló su
corazón. Fue al colegio a desahogarse con él; pero
>>cómo arreglárselas en medio de aquel maremágnum?
Pensó irse a la estación y hablarle allí cuando
llegara; pero se encontró con que la plaza, la
entrada y la sala de espera eran un hormiguero de
gente.(**Es18.51**))
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