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((**Es18.51**) benevolencia y, después, se puso en actitud de dar la bendición. íMagnífico espectáculo! Ya anochecía. Don Bosco seguía allí... de pie, y muy recogido; levantó la diestra para trazar la cruz sobre la muchedumbre postrada a sus pies. Al amén estalló un grito inmenso de Viva don Bosco, cuyos ecos se iban repitiendo a lo lejos. Las campanas repicaban a fiesta y las olas del mar, que se agitaban delante, parecía que mugían ante el claror de las estrellas. Los ancianos no han olvidado todavía aquel momento de emoción. En la casa del párroco, dio audiencia hasta las nueve. -Toda esa gente, dijo después al secretario, ni siquiera sabe qué es lo que quiere de mí. Viene uno y me dice que tiene a su mujer enferma; otro a su hermano, aquélla a su marido y todos quisieran su curación. Y añaden: -Dígame cúanto vale. -Miren, les digo yo: las gracias no se venden; digan tres avemarías a María Auxiliadora durante tres días ->>Y todo queda arreglado con las avemarías?, replica alguno; dígame sin rodeos cuánto vale todo esto. Y don Bosco necesita explicar que es preciso tener fe, rezar y dar limosnas para obtener las gracias del Señor. Y fe verdaderamente la había. Llovieron los donativos, no sólo en dinero, sino, además, en anillos, zarcillos y otras alhajas. ((**It18.48**)) Entre los muchos que se presentaron a don Bosco, hubo una mujer muy afligida que llevaba a su hijita con las piernas tan endebles, que peligraban de quedársele encorvadas. La raquitis la iba deformando cada día más. Don Bosco la bendijo y dijo después a su madre. -Vaya usted con Dios, señora; no se apene, su hija se pondrá bien. En efecto, la niña empezó a mejorar, creció robusta y todavía vive: se llama Carmela Gracchi. Poseemos también la relación detallada de una gracia de carácter espiritual. La señora María Bruzzone, natural de Rossiglione y residente en Varazze, tenía un hijo llamado José, el cual perdió su docilidad y afectuosidad y comenzó a alternar con compañías sospechosas e ir a los bailes. La pobre madre no podía vivir en paz. Si le amonestaba, el muchacho callaba, sonreía y seguía igual. Se había asociado, además, a una pandilla de gente juerguista que no pensaba más que en divertirse. La angustiada señora lloraba y rezaba. La llegada de don Bosco consoló su corazón. Fue al colegio a desahogarse con él; pero >>cómo arreglárselas en medio de aquel maremágnum? Pensó irse a la estación y hablarle allí cuando llegara; pero se encontró con que la plaza, la entrada y la sala de espera eran un hormiguero de gente.(**Es18.51**))
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