((**Es18.509**)((**It18.588**))
CAPITULO XXIX
TESTIMONIOS DE SUS MILAGROS
LA voz pública que llamaba taumaturgo a don Bosco
durante su vida, no cesó un momento, ni siquiera
después de su muerte, en proclamarlo gran hacedor
de milagros. El pueblo cristiano sabe muy bien que
los milagros los hace Dios; pero la mentalidad
popular simplifica la expresión y, aunque no
ignora la causa primera de un efecto prodigioso,
se detiene con gusto en la causa segunda, que está
más cerca y que representa para ella la condición
sin la cual no es posible el hecho sobrenatural,
es decir, la eficacia del intercesor.
Son muchas las gracias extraordinarias que se
han efectuado, como curaciones inesperadas,
famosas conversiones, soluciones de asuntos
peliagudos, obtenidas por intercesión de don Bosco
en Italia y en cualquier rincón del mundo. Estas
gracias ocurridas en los primeros meses después de
su muerte, nos parecen tan unidas todavía a su
biografía, que creemos se deben tener en cuenta
aquí, al término de nuestra labor. Elegimos entre
ellas unas cuantas, mas sin pasar de dieciocho y
sin alejarnos del primer aniversario de su muerte.
Naturalmente no pretendemos atribuir a los
hechos que narramos una fe superior a la humana,
aunque esté fundamentada en testimonios que
excluyen toda credulidad facilona. Omitiremos,
además, la transcripción de documentos, asegurando
a los ((**It18.589**))
lectores que éstos se conservan en nuestros
archivos y que los hemos examinado detenidamente
caso por caso.
Puede decirse que las maravillas comenzaron en
el mismo momento en que el Siervo de Dios entregó
su alma al Creador. Dos son los casos más notables
y más seguros de este género. El primero sucedio
en Piamonte y el segundo en Francia.
La familia de los condes de Cravosio era una de
las muchas familias aristocráticas de Turín, en
las que don Bosco tenía siempre las puertas
abiertas 1.
1 Véase LEMOYNE. M. B., vol. VI, págs. 195 y
205.
(**Es18.509**))
<Anterior: 18. 508><Siguiente: 18. 510>