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((**Es18.502**) Italia y en todas partes he oído siempre hablar de don Bosco como de un San Vicente de Paúl o un San Felipe Neri; frecuentemente he tenido que contar, después de muchas insistencias, cosas referentes a él a personas que se mostraban avidísimas de ello. Esta idea de la santidad de don Bosco ha estado siempre enraizada en nuestro pueblo, tanto entre las personas doctas como entre la gente sencilla, ya que todos se encomendaban a él, persuadidos de que Dios los oiría por su mediación. Y entre las personas más sabias y de virtud más eminente, se manifestaba más este concepto. He visto a muchos Obispos y Arzobispos, procedentes de lejanas tierras, que en su visita ad límina, pasaban expresamente por Turín para visitar a don Bosco. >>Citaré entre otros a dos Vicarios Apostólicos de China, que vinieron al Concilio Vaticano y partieron después de Roma para ver a don Bosco en Valcocco, movidos por la fama de su santidad. No recuerdo sus nombres pero los vi y hablé personalmente con ellos. En el mes de agosto de 1874, Pío IX, después de haberme pedido noticias de don Bosco, exclamó: >>-íAh! íEse no es un bosque 1 silvestre, sino fecundo y fructífero, que ha hecho y hará mucho bien! >>Oí decir al cardenal Bonaparte, el cual tenía ((**It18.580**)) especial devoción por don Bosco: >>-Encomendadme mucho a las oraciones de don Bosco, porque ese es un santo. >>El cardenal Nina le dijo un día a León XIII y yo se lo oí a él mismo: >>->>Me pregunta Su Santidad qué opinión tengo de don Bosco? No le considero un hombre, sino un gigante de largos brazos que ha logrado abrazar al mundo entero.>> Refiriéndose después a los años post obitum, dijo: -Me lamentaba yo aquellos días de algo que publicó un periódico religioso sobre don Bosco y un señor muy distinguido me respondió: -Ya es tanta y tal la fama de santidad de don Bosco que, por más que se diga o se publique, nada se podrá añadir al mérito y al concepto que el pueblo se ha formado de él>>. Del tiempo posterior a su muerte los testigos valorizan el incesante peregrinar a la tumba del Siervo de Dios, que no era visitada por curiosidad, sino por verdadera devoción a aquel cuyos restos mortales guardaba. Hay uno entre todos que merece nuestra atención, y es don Luis Piscetta, que, en su condición de director de la casa de Valsálice, 1 Bosque: juega Pío IX con su nombre Bosco (bosque, en italiano) (N. del T.) (**Es18.502**))
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