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a don Bosco. Y, sin embargo, jamás pasó por su
mente la duda de que don Bosco no fuese un santo.
El pensamiento de don Joaquín Berto respecto a
esto, en su larga deposición, puede condensarse en
el siguiente párrafo: <>. En el
curso de su interrogatorio refirió importantes
juicios de otros, oídos directamente por él. Por
ejemplo, los siguientes. El año 1879,
encontrándose en la antesala del Cardenal
Bartolini, mientras don Bosco estaba en audiencia,
oyó decir a monseñor Caprara: -Cuando don Bosco
muera, lo beatificarán y yo tendré que hacer de
abogado del diablo. -Monseñor Caprara hablaba así
porque era el promotor de la Fe en la sagrada
Congregación de Ritos. El 15 de abril de 1880 lo
mandó don Bosco a entregar al cardenal Alimonda,
que entonces vivía en Roma, una solicitud
referente a las Misiones. En aquella circunstancia
le dijo el Cardenal:
-íQué suerte la suya que está con un hombre
verdaderamente santo!
Un alumno del Oratorio, al volver de
vacaciones, contó a don Joaquín Berto que,
habiendo sido presentado a la princesa María
Victoria, esposa del Príncipe Amadeo de Saboya, le
había dicho ella:
-íEres afortunado, porque estás con un santo!
Don Segundo Marchisio, natural de Castelnuovo,
pasó trece años seguidos en el Oratorio en tiempos
de don Bosco, después de cuya muerte recorrió los
alrededores de I Becchi y visitó a cuantos habían
conocido a don Bosco o habían oído hablar de él en
su familia, recogiendo noticias, recuerdos y
anécdotas ((**It18.578**)) que
pudieran servir para su biografía. El Doctor
Allora le contó que en el seminario de Chieri,
donde él también había estado, los condiscípulos
del Siervo de Dios lo consideraban como un santo.
Otros testimonios parecidos, recogidos por él,
pueden leerse en los primeros volúmenes de
Lemoyne.
Por su parte, el testigo se expresó en estos
términos: <>.
Y he ahora aquí uno de esos hombres para
quienes se hizo el
(**Es18.500**))
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