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((**Es18.499**) que la fama de santidad de que gozó no es artificial e imaginaria, sino que está verdaderamente fundada en sus méritos y favorecida por Dios con gracias y milagros para glorificar a su siervo y elevarlo al honor de los altares; y hago votos sinceros por que ello sea un hecho lo antes posible>>. El otro obispo es el renombrado moralista monseñor Bertagna, titular de Cafarnaún y auxiliar del cardenal Alimonda. ((**It18.576**)) Conoció a don Bosco desde niño. Durante las vacaciones le dio algunos años clases de latín. Después, especialmente siendo ya sacerdote, sostuvo con él continua intimidad. He aquí su ponderada opinión: <>. Escuchemos ahora los testimonios de los salesianos, que tuvieron más ocasión que los anteriores para estudiar de cerca al Siervo de Dios. Algunos de ellos le observaron durante largos años en su vida ordinaria, lo vieron habitualmente en la intimidad de la vida doméstica, lo sorprendieron en aquellas circunstancias en las que de ordinario los hombres no se preocupan por contenerse; y con estos continuos contactos es humanamente imposible que no se echen de ver los defectos, si los hay. Por eso los familiares no siempre comparten con los extraños la admiración por las virtudes de algunos que, sin embargo, sobresalen en su gremio. Y, en cambio, respecto a don Bosco ocurre precisamente lo contrario: cuanto más continua y estrecha era la intimidad, tanto más convencidos estaban de que efectivamente era un santo. Comencemos por su fiel don Joaquín Berto. Cuando era estudiante en el Oratorio, desde 1862, se confesó con don Bosco hasta el mes de enero de 1888; además, fue su secretario por veinte años, de 1866 a 1886, y siguió, como antes, tratándole íntimamente. Para mejor valorar sus apreciaciones es bueno tener presente que, por temperamento, era un hombre opuesto a todo lo que pudiera saber ((**It18.577**)) a entusiasmo o sentimentalismo; más aún, aunque era bueno, como tenía un natural frío y un carácter durillo, en ocasiones, hacía ejercitar la paciencia (**Es18.499**))
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