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CAPITULO XXVII
LOS RESTOS DE DON BOSCO
EN VALSALICE
NO se habían perdido las esperanzas de inhumar a
don Bosco en el Oratorio. Por parte de la
aristocracia, se había cursado una solicitud al
Rey, implorando este favor. La santa princesa
Clotilde ya se lo había recomendado a su hermano
Humberto. Un telegrama llegado de Roma, a las ocho
de la noche, dejaba todavía un hilo de esperanza.
Personas influyentes seguían gestionando la causa
en la capital y en Turín.
El cardenal Alimonda y el príncipe Eugenio de
Saboya-Carignano se interesaron por ello. Se
intentó hacer valer el precedente del Padre Luis
de Casoria. Mas, a pesar de todo, el Capítulo
Superior resolvió acelerar los preparativos en
Valsálice.
El Municipio había concedido dos días de demora
para el enterramiento y éstos se acababan en
seguida, esto es, el cuatro por la tarde; y
entonces, al no tener el permiso para inhumarlo en
la iglesia de María Auxiliadora y no estar
preparado el sitio en Valsálice, el Alcalde,
obligado por las disposiciones sanitarias,
ordenaría tomar el ataúd y hacerlo conducir al
cementerio común. Por consiguiente, no había
tiempo que perder.
Entretanto, crecía en todos la curiosidad de
saber dónde sería sepultado don Bosco, pero en el
Oratorio no soltaban prenda. La Pequeña Casa de la
Providencia había ofrecido la tumba provisional
del famoso Padre Verri 1 ((**It18.563**)) en el
camposanto y se dejó correr esta voz, que servía
para disimular las verdaderas intenciones, porque,
si éstas se daban a conocer, ciertos periódicos,
con ánimo de instigar a la llamada opinión
pública, hubieran levantado gritos de protesta
contra el privilegio. Pero, en Valsálice, se
trabajaba noche y día para preparar la tumba. Y
fue un prudente acuerdo, porque, si se hubieran
desvanecido las últimas esperanzas sobre la
iglesia de María Auxiliadora, la
1 Este celoso apóstol de los Negritos y
Negritas había expirado en la Pequeña Casa de
Cottolengo.
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