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y, con los tiempos que corrían, >>quién podría
imaginar el alboroto que se armaría en la
Cámara?... Preguntóles entonces si no tenían un
colegio en las cercanías de Turín. Al oír que en
Valsálice, replicó:
-Pues bien, entiérrenlo en aquel Colegio. Así
habrá doble ventaja: quedará satisfecho su deseo
de retener los restos de don Bosco y nosotros
quedaremos a salvo de toda crítica y nos
ahorraríamos también el disgusto de tener que dar
una negativa.
Volvieron de nuevo a Crispi y éste aprobó la
determinación, pero también él, lo mismo que
Correnti, recomendó que los funerales no tomaran
el carácter de demostración clerical. Y, dicho
esto, se extendió en alabanzas a la memoria del
difunto. Más aún: la Lega Lombarda de Milán
publicó una carta de <>, el cual afirmaba saber que Crispi
había dicho anteriormente que, en 1852, don Bosco
lo invitaba frecuentemente a su mesa y también que
se había confesado con don Bosco, sacando la
impresión de que su espíritu era verdaderamente el
del Evangelio. Este dato se publicó aquellos días
en varios periódicos y no fue por nadie
desmentido.
((**It18.556**)) Se
hospedaba entonces en el Sagrado Corazón monseñor
Manacorda, obispo de Fossano y uno de los mayores
amigos de don Bosco. Esperaba con ansia el regreso
de los dos Salesianos para conocer el resultado de
la visita.
-íMagnífica idea!, exclamó después de oírlos.
El colegio de Valsálice es el lugar más apropiado
para la sepultura de don Bosco: allí descansará en
medio de sus clérigos y les infundirá su espíritu.
Cuando vuelvan a Turín, persuadan a los Superiores
para que acepten la idea. Y diré más: aunque
llegara el permiso para enterrarlo en el Oratorio,
no lo aprovechen. El sitio ideal es Valsálice.
Don Antonio Notario salió inmediatamente para
Turín, como portador de tal iniciativa.
Previéndose que los trámites serían muy largos
y que, en consecuencia, habría que solicitar
prórroga del tiempo que fijaba la ley para el
sepelio de cadáveres, convenía eliminar cualquier
pretexto para una negativa, como hubieran sido las
eventuales emanaciones del cadáver. Por eso, los
doctores Bestenti y Albertotti vertieron en la
iglesia de María Auxiliadora, antes de que se
soldara la caja, sublimado corrosivo en los
ángulos y en los acolchados laterales; de este
modo se podía asegurar que el cadáver no exhalaría
mal olor, ni aunque permaneciera un mes insepulto.
Al realizar esta operación, el doctor Bestenti
dio una prueba extraordinaria de su afecto a don
Bosco. Como el tiempo urgía y faltaba
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