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((**Es18.482**) y, con los tiempos que corrían, >>quién podría imaginar el alboroto que se armaría en la Cámara?... Preguntóles entonces si no tenían un colegio en las cercanías de Turín. Al oír que en Valsálice, replicó: -Pues bien, entiérrenlo en aquel Colegio. Así habrá doble ventaja: quedará satisfecho su deseo de retener los restos de don Bosco y nosotros quedaremos a salvo de toda crítica y nos ahorraríamos también el disgusto de tener que dar una negativa. Volvieron de nuevo a Crispi y éste aprobó la determinación, pero también él, lo mismo que Correnti, recomendó que los funerales no tomaran el carácter de demostración clerical. Y, dicho esto, se extendió en alabanzas a la memoria del difunto. Más aún: la Lega Lombarda de Milán publicó una carta de <>, el cual afirmaba saber que Crispi había dicho anteriormente que, en 1852, don Bosco lo invitaba frecuentemente a su mesa y también que se había confesado con don Bosco, sacando la impresión de que su espíritu era verdaderamente el del Evangelio. Este dato se publicó aquellos días en varios periódicos y no fue por nadie desmentido. ((**It18.556**)) Se hospedaba entonces en el Sagrado Corazón monseñor Manacorda, obispo de Fossano y uno de los mayores amigos de don Bosco. Esperaba con ansia el regreso de los dos Salesianos para conocer el resultado de la visita. -íMagnífica idea!, exclamó después de oírlos. El colegio de Valsálice es el lugar más apropiado para la sepultura de don Bosco: allí descansará en medio de sus clérigos y les infundirá su espíritu. Cuando vuelvan a Turín, persuadan a los Superiores para que acepten la idea. Y diré más: aunque llegara el permiso para enterrarlo en el Oratorio, no lo aprovechen. El sitio ideal es Valsálice. Don Antonio Notario salió inmediatamente para Turín, como portador de tal iniciativa. Previéndose que los trámites serían muy largos y que, en consecuencia, habría que solicitar prórroga del tiempo que fijaba la ley para el sepelio de cadáveres, convenía eliminar cualquier pretexto para una negativa, como hubieran sido las eventuales emanaciones del cadáver. Por eso, los doctores Bestenti y Albertotti vertieron en la iglesia de María Auxiliadora, antes de que se soldara la caja, sublimado corrosivo en los ángulos y en los acolchados laterales; de este modo se podía asegurar que el cadáver no exhalaría mal olor, ni aunque permaneciera un mes insepulto. Al realizar esta operación, el doctor Bestenti dio una prueba extraordinaria de su afecto a don Bosco. Como el tiempo urgía y faltaba (**Es18.482**))
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