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-Supongo que las autoridades no me podrán negar
lo que no se rehúsa a cualquier ciudadano que
solicite semejante permiso. Nos basta enviar un
telegrama a Barcelona para obtener en seguida una
respuesta afirmativa.
-El Municipio podría conceder un sitio de
distinción...
-El Ayuntamiento ha tenido un gesto
desconsiderado con nosotros, cuando yo solicité
una sepultura para don Bosco y para sus hijos en
el camposanto.
Y entonces contó don Antonio Sala al Gobernador
que el Ayuntamiento siempre había respondido
negativamente a la petición de pagar a plazos las
diecinueve mil liras que costaba la adquisición de
una parcela en el cementerio y que, finalmente,
concluyó remitiendo una carta insolente. El
Gobernador ignoraba la existencia de estos motivos
de tirantez entre el Municipio y los Salesianos.
Por el momento, pues, se suspendió toda decisión,
puesto que les estaba vedado a los gobernadores
del Reino hacer recomendaciones al Ministerio para
autorizar sepulturas en la Ciudad.
Al mismo tiempo, se tramitaba el asunto en
Roma. El procurador, don César Cagliero, y, con
él, don Antonio Notario, solicitaron ser recibidos
por Crispi. Anunciáronle, ante todo, la muerte de
don Bosco. El Ministro estuvo atentísimo y
respondió:
-Conocí a don Bosco antes que ustedes. Recuerdo
cuánto bien me hizo, cuando estuve desterrado en
Turín.
Con el tacto que le distinguía, don César
Cagliero aprovechó sus mismas palabras para
introducirse y rogarle que permitiera el sepelio
de don Bosco en los sótanos de la ((**It18.555**))
iglesia de María Auxiliadora, pero el Ministro
puso como óbice la prohibición de la ley.
-Precisamente por esto, replicó el Procurador,
nos presentamos a Su Excelencia para que tenga la
bondad de conceder una excepción en favor de don
Bosco.
-Es una excepción que levantaría muchas
protestas... Se sentaría un peligroso
precedente... >>No podrían ustedes enterrarlo en
alguno de sus colegios? Esto se podría conseguir
más fácilmente y, así, don Bosco permanecería en
medio de ustedes. Por lo demás, hablen con mi
secretario, Pagliano; todo puede encontrar su
arreglo. Miren a ver si está todavía en su
despacho. Quizás haya salido a almorzar. Hagan la
prueba.
Cuando se entrevistaron con Pagliano, se dieron
cuenta de que el Ministro ya había hablado con él.
Les trató con toda cortesía. Les leyó los
artículos de la ley sanitaria que prohibía
enterrar dentro de la ciudad. Para hacer una
excepción, se necesitaba una ley del Parlamento
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