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((**Es18.48**) al nuevo campanario de San Cayetano; el coadjutor Quirino, venido expresamente del Oratorio, las inauguró con su incomparable maestría. Acabada la ceremonia, don Bosco reanudó las audiencias que prolongó hasta las ocho. <>. Pese a las molestias de toda clase que no le dejaban sosegar, no perdía de vista el Oratorio; en efecto, terminó la jornada encargando al secretario que escribiese a don Miguel Rúa y sugiriéndole lo que debía decirle. Viglietti escribió en seguida: <((**It18.44**)) y les diga que en Sampierdarena ha encontrado muchachos de muy buena voluntad; que, lo mismo que en el Oratorio, ayer por la mañana, los alumnos de cuarto y quinto curso asistieron en la habitación de don Bosco a misa y todos recibieron con mucha devoción la comunión de sus manos. Me encarga que salude efusivamente a don Juan Bautista Lemoyne, don Angel Lago, Suttil, Festa y Gastaldi>>. Después agregaba el secretario por su cuenta: <>. Se presentó en la casa un escultor que, sin haber visto nunca a don Bosco, valiéndose de una fotografía, había esbozado la cabeza y el busto esperando una ocasión oportuna para verle de cerca y dar los últimos retoques. Lleváronle a él, le expresó su deseo y tanto le importunó que el Siervo de Dios se resignó a posar ante él. Subió a la tarima preparada por el escultor y reía y decía: -Ea, subo al suplicio. Y al ver cómo el artista iba poniendo tierra amasada sobre la figura para quitar defectos, susurró al secretario: -íMira, Viglietti, qué bien me empasta! Pero, al cuartito de hora, le acometió el sueño y se durmió. Al despertar se dio cuenta de que había posado una hora; y bajó en seguida porque le esperaba mucha gente que quería hablarle. Así pasó la mañana del día quince. Por la tarde, le cansaron bastante las audiencias; pero aún contó algunas anécdotas graciosas. Y habiendo recaído la conversación sobre la sensibilidad de corazón, dijo que no podía encomendar en la santa misa a los misioneros por la gran emoción que le venía y temía quedar sofocado. -Entonces, añadió don Bosco, me veo obligado a pensar en Gianduia y distraerme totalmente. El día dieciséis por la mañana, día de la partida, hubo un gran vaivén de visitantes. En el último momento se presentó el marqués de Spínola para fotografiarle. El Santo quiso complacerlo y condescendió,(**Es18.48**))
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