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((**Es18.475**) primeros hijos del Oratorio. Por eso, su junta directiva envió una circular a los antiguos alumnos 1. Al plebiscito de oraciones por su restablecimiento y al de los parabienes por su mejoría, siguió el tercero e inmenso plebiscito de sentidos pésames. Los más cercanos lo expresaron personalmente. El primero en acudir a consolar a don Miguel Rúa fue el célebre padre jesuita Segundo Franco, el cual, pasando después a visitar a don Celestino Durando, le dijo: -Vengo a congratularme con vosotros porque tenéis un santo en el Cielo. Muchos firmaron en el registro especial de condolencias 2. Telegramas y cartas llegaron a montones, aun de tierras remotas. En la imposibilidad de poder reproducirlas todas, haremos una sola excepción con aquel que hizo de ángel consolador en los cuatro últimos años de su vida. El cardenal Alimonda, que había llegado a Génova el mismo treinta y uno de enero, telegrafió para preguntar si, partiendo inmediatamente, podría llegar a tiempo para encontrar a don Bosco con vida. Y, enterado de su fallecimiento, escribió a don Miguel Rúa: <((**It18.548**)) para que pudiera besar una vez más su santa mano y encomendarme a su intercesión ante el Señor! íConformémonos con la voluntad divina!>>. El tema obligado, digámoslo así, de aquellas cartas de pésame era que don Bosco no necesitaba sufragios, sino que más bien debía ser invocado como intercesor. Cada cual, a su manera, pero todos lo proclamaban santo. No pocos solicitaban, como gran favor, algún objeto de su uso o un mechoncito de sus cabellos 3. 1 Apéndice, Doc. núm. 97. 2 Aquel Giustina, de quien tuvimos que rechazar injurias y calumnias, escribió en él: <>. Palabras que no corresponderían a la verdad, de no ser interpretadas como una obligada retractación. Escribió un curioso artículo en su periódico (cuatro de febrero). Añadamos en su descargo que hacía algunos años que había cesado en sus ataques y hasta había hecho sabedor a don Bosco de su pesar por anteriores manifestaciones. El pobrecito se había vendido a los judíos. 3 El historiador César Cantú escribía a don Miguel Rúa: Reverendo Señor: Tras haber admirado, durante cuarenta años, la inagotable caridad de don Juan Bosco, su recto sentido evangélico y su inalterable paciencia, sólo me queda rogarle que me alcance en el cielo poder morir con la misma fe y esperanza que él. Día de la Purificación de 1888. Milán. CESAR CANTU (**Es18.475**))
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