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celebridad y singular pericia. Tampoco os hablaré
ahora de sus virtudes y sus obras, porque el
tiempo apremia y el corazón no lo permite.
De momento sólo diré que, hace muy poco,
aseguró don Bosco que su Obra no sufriría
quebranto con su muerte, puesto que goza de la
protección de María Auxiliadora y está sostenida
por la caridad de los Cooperadores y Cooperadoras,
que continuarán sosteniéndola y favoreciéndola.
Abrigo, por mi parte, la firme esperanza de que
así ha de ser, porque don Bosco, desde el Cielo,
donde esperamos con todo fundamento que habrá sido
recibido en la gloria, nos hará más que nunca de
amorosísimo Padre y, ante el trono de Jesús y de
su Madre divina, ejercerá su caridad más
eficazmente y hará llover más abundantemente sobre
nosotros las bendiciones celestiales...
Encargado de sucederle, pondré cuanto esté de
mi parte para corresponder a vuestras esperanzas.
Ayudado con vuestro concurso y el consejo de mis
hermanos, estoy seguro de que la Pía Sociedad de
San Francisco de Sales, sostenida por el brazo de
Dios, asistida con la protección de María
Auxiliadora, confortada con la caridad de los
beneméritos Cooperadores y Cooperadoras,
continuará la Obra de su eximio y llorado
Fundador, especialmente en favor de la juventud
pobre y abandonada y de los países de misión.
Todavía un pensamiento. A imitación de nuestro
glorioso Patrono, San Francisco de Sales, don
Bosco, al oír o leer las benévolas expresiones que
usaban refiriéndose a él, manifestó muchas veces
su temor de que, después de su muerte, creyéndose
que no necesitaba de sufragios, lo dejaran
abandonado en el purgatorio. Por tanto, conforme a
su deseo y por la deuda de amor filial, recomiendo
a todos que hagan pronto fervorosas plegarias en
sufragio de su alma, sabedores de que el Señor
sabrá a quiénes aplicar su eficacia.
Salesianos, Hijas de María Auxiliadora,
Cooperadores y Cooperadoras, jovencitos y
jovencitas, confiados a nuestros cuidados, ya no
tenemos a nuestro buen Padre en la tierra; pero lo
veremos en el Cielo, si atesoramos sus consejos y
seguimos fielmente sus virtuosos ejemplos.
Turín, 31 de enero de 1888.
Vuestro
afectísimo Hermano y amigo,
MIGUEL RUA, Pbro.
N.D. El venerando don Bosco murió el treinta y
uno de enero, a las cuatro y tres cuartos de la
mañana. Su sepelio tendrá lugar el jueves, dos de
febrero, a las tres de la tarde, y la Misa de
cuerpo presente, a las nueve y media de la mañana,
en la iglesia de María Auxiliadora.
((**It18.547**)) El
reverendo Perotti, de Moncrivello, escribía a don
Juan Bonetti, el dos de febrero, y expresaba
felizmente la impresión general que produjo esta
circular en cuantos la leyeron. Decía: <>.
Después de los Superiores y de los que
pertenecían a la familia salesiana, nadie podía
sentir más la pérdida de don Bosco que sus
(**Es18.474**))
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