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de su amadísimo Padre y Superior don Bosco,
ofrecen, a cambio, su propia vida. íEa!, pues, os
suplicamos que os dignéis aceptar nuestra súplica
y atenderla favorablemente>>. Esta plegaria fue
colocada bajo los corporales durante la misa
celebrada por don Joaquín Berto en favor de don
Bosco, en el altar de Santa Ana y ayudada por el
muchacho, Luis Orione. Otros seis alumnos firmaron
después aquel pliego y comulgaron con la misma
intención 1. El Señor no dejaría de bendecir la
santa y generosa intención de aquellos doce buenos
hijos.
Por desgracia, se habían perdido todas las
esperanzas; la ciencia debió sentirse impotente
para reanimar aquel cuerpo deshecho por medio
siglo de luchas y fatigas. El nuevo empeoramiento
de la enfermedad se presentó el veinte de enero,
primer día de la novena de San Francisco de Sales,
y continuó hasta la fiesta del santo Protector, en
la que el venerando enfermo fue afectado de
parálisis y perdió el uso de la palabra.
Desde entonces ya no pudo hablar y parecía
enteramente fuera de sí. A las diez le recitó
monseñor Cagliero las letanías de los agonizantes
y después le impartió la bendición del Carmen,
estando a su alrededor algunos directores. Se le
sugerían jaculatorias. Don Carlos Viglietti le
humedecía continuamente los labios con vino. Don
Joaquín Berto, su primer secretario por muchos
años y su brazo fuerte en las circunstancias más
críticas 2, quiso tomar para sí parte de aquel
cuidado. Don Antonio Sala extendió sobre su cuerpo
una camisa del santo Pontífice, Pío IX, que don
Bosco conservaba cuidadosamente.
((**It18.540**)) Los
médicos habían asegurado que aquella noche, o
antes de que saliera el sol del día siguiente, don
Bosco fallecería. La noticia corrió como un
relámpago por el Oratorio, desgarrando los
corazones. Los Hermanos pedían que se les
permitiera verlo por última vez. Don Miguel Rúa
consintió que todos pasaran a besarle la mano. Se
reunían silenciosos en pequeños grupos en la
capilla y desfilaban desde allí uno a uno ante el
agonizante. El estaba tendido en su camita; tenía
la cabeza un poco levantada, algo inclinada sobre
el hombro derecho y apoyada sobre tres almohadas.
Su rostro parecía tranquilo y normal; tenía los
ojos entreabiertos y la mano derecha tendida sobre
1 Eran: 1. Bernardo Cerri. -2. Pedro Olivazzo.
-3. Joaquín Bressán. -4. Florencio Magrinelli. -5.
Pedro Orsi. -6. Juan Pacchioni. (Como dato curioso
podemos añadir que los tres primeros fallecieron
en España, donde ejercieron fecundo apostolado: B.
Cerri en Alicante (1-VII-1919); P. Olivazzo en
Arévalo (4-XI-1958); J. Bressán, en Sevilla
(4-XI-1937). (N.
del T.)
2 Don Joaquín Berto, en los días precedentes,
había tenido la satisfacción de oírle decir con
sus labios: -Tú serás siempre mi querido don
Berto.
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