((**Es18.464**)
->>No hay nadie? >>De verdad no hay nadie?,
gritaba.
-Estamos nosotros, respondió don Antonio Sala,
acercándose a su lado.
Daba diente con diente, como si ((**It18.535**)) le
asaltaran los escalofríos de la fiebre. Pasó una
noche muy agitado. Amaneció la fiesta de San
Francisco de Sales. Naturalmente repicaron las
campanas, hubo cantos y pontifical, pero en los
corazones reinaba la tristeza. Hasta el sagrado
rito parecía presagiar el inminente luto. En su
carta a Timoteo, decía San Pablo: El momento de mi
partida es inminente. He competido en noble lucha,
he recorrido hasta la meta, me he mantenido fiel.
Ahora ya me aguarda la merecida corona, con la que
el Señor, justo juez, me premiará el último día; y
no sólo a mí, sino también a todos los que anhelan
su venida. Mientras el subdiácono lo cantaba,
muchas frentes se inclinaron, por muchas mejillas
rodaban las lágrimas; parecía que la voz del Señor
dijera: -Ha concluido el viaje de don Bosco.
Aquella mañana pensaban algunos que no se debía
administrar la comunión al enfermo, por aparentar
que estaba privado del uso de los sentidos, pero
el secretario se opuso, esperando que el Señor le
devolvería el conocimiento en el momento oportuno.
Celebró, pues, la misa don Carlos Viglietti. La
puerta, que comunicaba la capilla con la alcoba,
estaba abierta. Pasada la elevación, don Bosco se
volvió a don Antonio Sala que le asistía y le
dijo:
->>Y si, después de la comunión, me
sobrevinieran los vómitos?
Don Antonio Sala le aseguró que no había ningún
peligro de ello.
Cuando el sacerdote se le acercó con la sagrada
Hostia, don Bosco estaba adormecido. Don Antonio
Sala le había avisado poco antes de que se iba a
acercar el Señor a confortarlo y le impuso la
estola, extendiéndole sobre el pecho un lienzo
blanco. Pero él no se movió. Mas, apenas don
Carlos Viglietti dijo en voz alta Corpus Domini
nostri Jesu Christi..., el enfermo movió la
cabeza, abrió los ojos, los fijó en la Hostia,
juntó las manos y, recibida la Comunión, estuvo
recogido, repitiendo las palabras de acción de
gracias que la sugería don Antonio Sala. Aquélla
fue la última comunión de don Bosco.
Se reprodujeron, después, los delirios de
costumbre. Hubo un indicio que daba derecho casi a
suponer que, un mes antes, había él previsto,
presentido o, en todo caso, preanunciado este
((**It18.536**))
debilitamiento mental para aquella fecha. En
efecto, cuando, el segundo día de estar en cama,
don Miguel Rúa le había pedido, como a director y
confesor, que le renovase la dispensa del
breviario, le había respondido:
(**Es18.464**))
<Anterior: 18. 463><Siguiente: 18. 465>