((**Es18.462**)((**It18.533**)) El
estado del enfermo se agravaba cada vez más.
Durante la noche del día veintisiete y en la
mañana del siguiente, deliraba con frecuencia. Sin
embargo, todavía oyó la santa misa y recibió la
comunión. Durante el divino sacrificio, le
sorprendían intervalos de sopor y, al cesar éstos,
se le hacía más afanosa la respiración. Cuando
llegó el Agnus Dei, don José Lazzero, que le
asistía, le preguntó:
-Don Bosco, >>va a comulgar esta mañana?
Don Bosco dijo para sí:
-íEstá muy cerca mi final!
Después, dirigiéndose a don José Lazzero, dijo
en alta voz:
-Sí, deseo recibir la sagrada Comunión.
Y, diciendo esto, se descubrió la cabeza y
juntó las manos. Al cumplir este rito, tomaba
siempre su rostro tal aspecto de profundo
recogimiento que despertaba en los circunstantes
sentimientos de viva fe.
Con frecuencia se lo oyó decir en su delirio:
-íEstán equivocados!
Y añadía después:
-íAdelante, siempre adelante!
Otras veces llamaba a alguno por su nombre.
Aquella mañana repitió unas veinte veces:
-íMadre! íMadre!
Al atardecer, con las manos juntas, repetía:
-íOh, María! íOh, María! íOh, María!
Don Joaquín Berto le preguntó si quería que le
pusiera al cuello el escapulario de la Virgen del
Carmen. El asintió y se prestó a ello con gran
complacencia.
A cuantos se acercaban a su cama, les daba los
últimos recuerdos, diciendo a casi todos:
-íHasta que nos veamos en el paraíso!... Haced
que recen por mí... Que los muchachos reciban la
comunión por mí...
Díjole también a don Juan Bonetti:
-Di a los muchachos que los espero a todos en
el paraíso.
Y, poco después:
-Cuando hables o prediques, insiste sobre la
comunión frecuente y sobre la devoción a María
Santísima.
Don Joaquín Berto había puesto entre sus manos
uno de esos crucifijos, con los que se gana
indulgencia plenaria cada vez que se los besa. Y
él se lo acercaba a sus labios con frecuencia.
Habiéndole presentado don Juan Bonetti una estampa
de María Auxiliadora, la miró y exclamó:
(**Es18.462**))
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