((**Es18.457**)((**It18.527**))
CAPITULO XXIV
EMPEORAMIENTO
EL organismo de don Bosco opuso la más tenaz
resistencia a la descomposición final; diríase que
la muerte le fue cortando, una a una, las hebras
de la vida, prolongándole los espasmos de un lento
martirio. Le consumía, sobre todo, la mielitis,
causa primera de su quebranto general. Por otra
parte, se puede afirmar que su enfermedad fue el
crisol, donde se vio lo puro que era el oro de su
virtud. Una tranquilidad inalterable, una caridad
delicada y una resignación perfecta a la voluntad
de Dios, son las tres cosas que más se admiraron
en él, durante los cuarenta días que pasó en el
lecho del dolor.
Monseñor Cagliero no había pensado aún en los
primeros síntomas de retroceso, cuando, el
veintiuno de enero, dijo al enfermo:
-Querido don Bosco, parece que el temido
peligro se ha alejado. Me ruegan que vaya a Lu,
para la fiesta de san Valerio, patrono de ese
pueblo que usted quiere tanto y que ha dado muchos
misioneros y, especialmente, Hijas de María
Auxiliadora.
-Vete, quedo conforme, respondió don Bosco.
Pero estarás fuera poco tiempo, >>verdad?
-Cuando pase la fiesta, pienso ir a visitar
rápidamente a nuestros jóvenes de Borgo San
Martino y volveré en seguida.
-Está bien, pero date prisa.
((**It18.528**))
Monseñor partió, pero aquel <> resonó
en sus oídos durante todo el tiempo que estuvo
fuera, manteniéndole en zozobra.
El agravamiento se acentuó un poco el día
veintidós por la mañana, pero pudo todavía oír la
santa misa y comulgar. Después, los médicos
opinaron que era necesario proceder a una
operación quirúrgica. Hacía bastantes años que se
le había formado en el hueso sacro una excrecencia
de carne viva, gruesa como una nuez, que le hacía
muy doloroso el estar sentado o acostado. Por una
reserva muy suya, llena de virtud y dignidad,
había preferido sufrir aquella grave incomodidad
(**Es18.457**))
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