Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es18.456**) diole don Carlos Viglieti unas cucharadas de pan rallado y él se quedó mirando a don Antonio Sala como si tuviera algo que decirle. Este le preguntó en seguida en qué podía servirle. Y él, sonriendo, le respondió: -Necesitaría comer un salchichón, y así las cosas irían mejor. >>No es verdad? Pero ahora procuremos descansar. El día dieciocho recibió una importante visita: la de monseñor Goossens, arzobispo de Malinas (Bélgica), acompañado de su Vicario General y otros distinguidos eclesiásticos. Pudieron intercambiarse pocas palabras. Los visitantes se retiraron muy conmovidos. Poco después dijo a monseñor Cagliero que estaba a su lado: -Interésate por la Congregación Salesiana; ayuda a los demás Superiores en todo lo que puedas. Después de unos instantes de silencio, prosiguió: -Los que deseen gracias de María Auxiliadora, ayuden a las Misiones y estén seguros de obtenerlas. Una noche parecía estar muy molesto, especialmente por el dolor que le causaba el estar siempre en decúbito supino y, de vez en cuando, se movía como buscando alivio. De pronto hizo señas, a don Antonio Sala, de querer hablarle. Acercó éste el oído a sus labios, y don Bosco le dijo con rostro sonriente: -Di al médico que alcanzaría una fama inmortal, si encontrase la manera de cambiarme la parte posterior cada vez que me siento mal. Cuando llegó el médico, repitióle don Antonio aquellas palabras, mientras don Bosco sonreía amablemente. Constituía su constante preocupación el tener alegres a los que rodeaban su lecho. Pero una cosa llamaba poderosamente la atención de cuantos le prestaban algún servicio: su angelical modestia. Era una agonía para él someterse a que lo levantaran y limpiaran para ciertas necesidades. Su porte era entonces recatadísimo, tanto que lo comparaban con los cuerpos de los santos colocados bajo los altares. Instintivamente se cubría el cuello y las espaldas con una mantita ((**It18.526**)) que tenía al lado de la almohada y esto lo hacía incluso cuando parecía estar ya sin sentido. El día veinte tuvo la visita de monseñor Francisco Philippe, obispo titular de Lari, de la Congregación de Hijos de San Francisco de Sales de Annecy, coadjutor de monseñor Tissot, de la misma congregación y obispo de Vizagapatan, en la India. Don Carlos Viglietti escribía en su Diario con total seguridad: <>. Jamás se hizo un pronóstico más equivocado. (**Es18.456**))
<Anterior: 18. 455><Siguiente: 18. 457>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com