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diole don Carlos Viglieti unas cucharadas de pan
rallado y él se quedó mirando a don Antonio Sala
como si tuviera algo que decirle. Este le preguntó
en seguida en qué podía servirle. Y él, sonriendo,
le respondió:
-Necesitaría comer un salchichón, y así las
cosas irían mejor. >>No es verdad? Pero ahora
procuremos descansar.
El día dieciocho recibió una importante visita:
la de monseñor Goossens, arzobispo de Malinas
(Bélgica), acompañado de su Vicario General y
otros distinguidos eclesiásticos. Pudieron
intercambiarse pocas palabras. Los visitantes se
retiraron muy conmovidos.
Poco después dijo a monseñor Cagliero que
estaba a su lado:
-Interésate por la Congregación Salesiana;
ayuda a los demás Superiores en todo lo que
puedas.
Después de unos instantes de silencio,
prosiguió:
-Los que deseen gracias de María Auxiliadora,
ayuden a las Misiones y estén seguros de
obtenerlas.
Una noche parecía estar muy molesto,
especialmente por el dolor que le causaba el estar
siempre en decúbito supino y, de vez en cuando, se
movía como buscando alivio. De pronto hizo señas,
a don Antonio Sala, de querer hablarle. Acercó
éste el oído a sus labios, y don Bosco le dijo con
rostro sonriente:
-Di al médico que alcanzaría una fama inmortal,
si encontrase la manera de cambiarme la parte
posterior cada vez que me siento mal.
Cuando llegó el médico, repitióle don Antonio
aquellas palabras, mientras don Bosco sonreía
amablemente. Constituía su constante preocupación
el tener alegres a los que rodeaban su lecho.
Pero una cosa llamaba poderosamente la atención
de cuantos le prestaban algún servicio: su
angelical modestia. Era una agonía para él
someterse a que lo levantaran y limpiaran para
ciertas necesidades. Su porte era entonces
recatadísimo, tanto que lo comparaban con los
cuerpos de los santos colocados bajo los altares.
Instintivamente se cubría el cuello y las espaldas
con una mantita ((**It18.526**)) que
tenía al lado de la almohada y esto lo hacía
incluso cuando parecía estar ya sin sentido.
El día veinte tuvo la visita de monseñor
Francisco Philippe, obispo titular de Lari, de la
Congregación de Hijos de San Francisco de Sales de
Annecy, coadjutor de monseñor Tissot, de la misma
congregación y obispo de Vizagapatan, en la India.
Don Carlos Viglietti escribía en su Diario con
total seguridad: <>.
Jamás se hizo un pronóstico más equivocado.
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