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enterado de que usted obtiene muchas gracias del
Señor, le ruego se digne ocuparse de ésta, que yo
pido fervorosamente a Dios. Espero que atienda la
súplica de una hija afligida, al ver a su querido
papá alejado del Señor>>.
Una tal María de Hornstein, trŠs indigne
coopératrice, desde Rinningen (en el Baden alemán)
le dice: <<íHaga el favor de cuidarse mucho! íNos
sentimos afortunados, disfrutando de sus
oraciones, consejos y bendición! Bendiga a
nuestros siete hijos, de los que puedo decirle con
todo mi corazón, como sus buenos colonos de san
Nicolás en Argentina: -Son suyos todos, si los
quiere tomar 1. Ni mi marido ni yo podemos pensar
en ofrecimiento más gustoso. Beso su mano con la
ternura y la veneración más profunda>>. Desde
Lalaire, en Francia, le describe una de la familia
Clock, su vida pasada, el descuido en algunos de
sus deberes, la incertidumbre del estado presente
de su alma y el terror del futuro en la eternidad,
y concluye suplicando que le diga una palabra, una
sola palabra que le devuelva la paz. Dios ha
consolado a otras almas ((**It18.521**)) a
través de su ministerio; pídale que, por su medio,
me conceda la misma gracia>>. Dede La Valletta, en
la isla de Malta, le enviaban parabienes por la
salud recuperada y augurios de que Dios le
conservase para recibir el afecto de sus seres
queridos y para el bien de la humanidad. Desde
Mons (Bélgica), el señor Julio Honorez, que había
visto a don Bosco en París, en casa de la señora
de Combaud, pide a don Miguel Rúa un ejemplar de
su biografía para enviársela a la esposa de Sadi
Carnot, Presidente de la República francesa, y le
ruega que lo encomiende en sus oraciones.
La ilusión de la realidad de su mejoría hacía
que el bonísimo monseñor Guigou, de Niza,
escribiera: <>. El
señor Hosg le felicitaba en holandés, desde
Haarlem por su salud recuperada. Hasta don Carlos
Viglietti se abandonaba a tan risueñas esperanzas
y escribía, el quince de enero, una carta a
Leonardo da Vinci de Milán, publicada a
continuación, en su número del 18-19, por el
Osservatore Cattolico, que hacía estas
afirmaciones: <>Pero, qué dice, Monseñor? No uno, sino
todos; y, si el Señor nos diera el doble, todos se
los queremos ofrecer a don Bosco y a María
Auxiliadora.
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