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Me parece que estoy siempre rezando, pero no lo sé
de cierto... Ayudadme vosotros...
Era opinión general que su mejoría se debía a
una gracia especial por las infinitas plegarias
que por él se hacían. Los que lo asistían, no
daban crédito a sus propios ojos, el siete de
enero, al verlo comer pan tostado, un huevo y,
después, café. Antes de tomar el alimento, se
quitó el gorro de dormir, se santiguó y rezó
llorando. Se tenía el temor de que aquello pudiera
causarle daño; pero lo retuvo bien. Después, con
sorprendente vivacidad, empezó a ((**It18.512**)) pedir
informes sobre mil cosas. Quiso saber noticias de
Roma, del Papa, de las fiestas del jubileo
sacerdotal, de la política de Bismark y de Crispi.
Después preguntó por las novedades del Oratorio y
quiso hablar con algunos clérigos, entre los
cuales estaban Festa y Dones. Hacía mucho que no
se había encontrado tan bien.
Hacia las seis de la tarde, llamó a Viglietti y
le dijo:
-Haz que te explique don Juan Bautista Lemoyne
cómo puede suceder que una persona, después de
veintiún días de cama 1, casi sin comer, con la
mente debilitada hasta el extremo, de pronto haya
vuelto en sí, lo perciba todo, se sienta con
fuerzas y casi capaz de levantarse, escribir y
trabajar... Sí, en estos momentos me siento como
si nunca hubiera estado enfermo. Lo restante te lo
diré después. Es un misterio que ni yo mismo puedo
comprender. A quien preguntase el cómo, se le
podría responder así: Quod Deus imperio, tu prece,
Virgo, potes (Oh, Virgen, con tu oración consigues
lo que Dios con su voz omnipotente)... Y estos
secretos permanecen tales hasta la tumba.
Don Carlos Viglietti le urgía a que le revelase
el secreto, repitiendo:
-Pero a nosotros, por lo menos, nos lo dirá...
-No, no, le respondió. Hay que pararse aquí; de
lo contrario, se desvanece el pensamiento de lo
sobrenatural. Lo que importa es la intervención de
Dios en las cosas, y dejar de lado el modo.
Carlos, éste no es todavía mi momento. Podría
serlo dentro de poco, pero ahora no.
Piénsese lo que fuese sobre esto, es indudable
que aquella inesperada pausa de la gravedad le dio
la posibilidad de ordenar ciertos asuntos, dar
instrucciones para la organización material del
Oratorio y tomar decisiones sobre el personal de
alguna casa. A veces, sacudiendo
1 En realidad, eran dieciocho. Pero, antes del
veintiuno de diciembre, se levantaba tarde y se
acostaba pronto.
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