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tanta compasión con sus oraciones, siga viviendo
para bien de todos. No me atrevo a decir que he
rezado por él todos los días, pues con lo poco que
valen mis oraciones, sería mucha soberbia
referirme a ellas; pero lo he hecho y continúo
haciéndolo. Que Dios nos conserve a tan buen padre
y yo pueda decirme a mí misma, en medio de mi gran
tribulación: ''Don Bosco lo sabe y ruega por ti''.
Ciertamente es egoísta desear que, por medio de la
oración, se le retarde a usted la hora de la
recompensa, pero >>por qué es usted tan sensible a
nuestras miserias?, >>por qué quiere
remediárnoslas todas? Mi sufrimiento material que
no cesa, antes va en aumento, se me hace cada vez
más llevadero, sabiendo que usted participa del
mismo>>.
Al escribir, todos empleaban los más exquisitos
y delicados términos. Fue, en suma, un plebiscito
mundial de afecto y veneración, podemos decir que
sin precedentes, para con un simple sacerdote.
En tanto, el Boletín Salesiano de enero
publicaba la acostumbrada carta a los
Cooperadores, dando cuenta de la labor realizada
durante el año 1887 y exponiendo los proyectos
para 1888. De don Bosco no había más que la firma
y cuatro pensamientos, dictados por él mismo y que
se destacaban del resto por ir en letra cursiva.
Seguían a la carta breves y precisos informes
sobre la salud del Santo. Los pensamientos antes
citados eran éstos.
((**It18.509**)) 1.° Si
queremos que prosperen nuestros intereses
espirituales y materiales, procuremos, ante todo,
que estén en regla los intereses de Dios, y
promovamos el bien espiritual y moral de nuestros
prójimos, por medio de la limosna.
2.° Si queréis obtener más fácilmente una
gracia, haced vosotros la gracia, o sea la
limosna, a los demás, antes de que Dios y la
Virgen os la hagan a vosotros.
3.° Con las obras de caridad, nos cerramos las
puertas del infierno y nos abrimos las del
paraíso.
4.° Recomiendo a vuestra caridad todas las
obras que Dios se ha dignado confiarme, en el
transcurso de casi cincuenta años; os recomiendo
la educación cristiana de la juventud, las
vocaciones al estado eclesiástico y las misiones;
pero os recomiendo de modo muy particular que
cuidéis de los muchachos pobres y abandonados, que
siempre fueron la porción más querida de mi
corazón en la tierra y que, por los méritos de
nuestro Señor Jesucristo, espero que sean mi
corona y mi alegría en el cielo.
Casi de repente se recibió el primero de año la
noticia de la muerte del Conde Colle; sus ataques
de corazón, que se le habían ido repitiendo con
mayor frecuencia desde el verano, al fin
prevalecieron y causaron su muerte. Se requirió
mucha cautela para comunicárselo al enfermo, que
tanto le quería. Don Miguel Rúa, a quien don Bosco
llamaba frecuentemente aquellos días y sostenía a
solas con él conversaciones
(**Es18.442**))
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