((**Es18.44**)
No existía, pues, ningún motivo de prudencia que
obligara al superior a disimular; por tanto, hizo
llamar inmediatamente al culpable.
Vivía éste desde hacía algunos días con una
agitación interior espantosa. Cuando lo tuvo
delante don Juan Branda lo increpó diciéndole:
->>Eres tú el que envenena el alma de los
jóvenes?
->>Yo?... >>Y cómo?, balbuceó desconcertado.
((**It18.39**)) -Sí,
tú; así y así.
El desgraciado cayó de rodillas implorando
piedad y exclamó:
->>Se lo ha escrito don Bosco?
Ha venido en persona a decírmelo.
Y, al oír que saliera inmediatamente de la
casa, lloró, pidió que lo quitaran de aquella
ocupación que era la ocasión del peligro: que lo
pusieran aunque fuera a barrer, pero que le
concedieran siquiera dos meses de tiempo para
buscarse un porvenir. Fue escuchado.
Cuando llegó después don Bosco a la frontera de
España, don Juan Branda que había salido a su
encuentro, lo llevó aparte a una sala de espera y
le dijo:
-Quizás no encuentre las cosas en Sarriá como
usted desea.
->>Qué has hecho?
-Mandé a los tres muchachos a su casa con
algunos días de intervalo de su partida; pero el
coadjutor está todavía en el Colegio. He cedido a
sus lágrimas y a su petición y le he dado unos
meses de espera.
-Está bien. Cuando llegue, ya veré qué debemos
hacer.
Unas semanas después, también se mandó
definitivamente a su casa al coadjutor.(**Es18.44**))
<Anterior: 18. 43><Siguiente: 18. 45>