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le hizo entrar, pero imponiéndole la condición de
no hacer hablar al paciente. ((**It18.501**)) En su
reseña periodística, terminaba así el
corresponsal: <>-Gracias por su visita. Rece por mí...
>>íQué hombre tan santo! íEn su humildad me
pedía que rezara por él! Se da cuenta
perfectamente de que ya no hay esperanza de vida
para él; y, sin embargo, está constantemente
amable y resignado, esperando la muerte con la
máxima serenidad>>.
Los médicos observaron mayor intermitencia del
pulso, mayor debilidad de la voz y descubrieron,
además, una mayor cantidad de albúmina, indicio
seguro del rápido deterioro de las fuerzas
vitales. Añadieron, no obstante, que aquellos
efectos podían atenuarse en todo o en parte, dando
lugar a un pronóstico más optimista 1. Reiteraron
la absoluta prohibición de admitir visitas de
nadie al enfermo, salvo la presencia de aquellos
que le acompañaban ordinariamente y, por tanto, no
podían ocasionarle impresión de novedad 2.
Durante el día, envió don Miguel Rúa una carta
con un lenguaje lacónico y más bien blando,
exhortando a rezar con fe viva.
Dolor, consternación, confianza en Dios y en la
Virgen Auxiliadora eran los tres sentimientos que
se entremezclaban en las cartas que llegaban cada
vez en mayor número, a medida que los periódicos
difundían la noticia del grave estado de don
Bosco. El Corriere Nazionale de Turín, del día
veintiocho, escribía: <>. Y el Cittadino de Génova, de
la misma fecha: <((**It18.502**)) de
enfermedad que susciten tanta inquietud; y nada
más lógico, ya que don Bosco, con su virtud, supo
ganarse la estima y el afecto de todos y goza de
fama mundial>>.
Pasó el día veintinueve en un sopor casi
continuo, sólo interrumpido por algunos minutos en
los que volvía en sí. En uno de estos
1 Unit… Cattolica, veintinueve de diciembre de
1887 2 Circular de don Miguel Rúa, treinta de
diciembre de 1887.
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