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((**Es18.430**) mediodía llegó el canónigo Bossi, Superior de la <> y segundo sucesor de Cottolengo. Don Bosco, que se encontraba algo más aliviado, le recordó cómo se había encontrado con él, la primera vez, en Castelnuovo, cuando era todavía un jovencito. Después, mientras se oía el griterío de los alumnos que estaban en recreo, dijo a Viglietti: -Querido Viglietti, >>y si tú te fueras también a hacer un poco de recreo?... No quisiera que cayeras enfermo por mi culpa. Y, poco después, añadió bromeando: -Viglietti, arréglatelas para enviar todos mis males a las piedras del Stura. Era un recuerdo de las horas pasadas a diario durante el verano, a orillas de aquel río, en Lanzo. Monseñor Cagliero había solicitado para el enfermo la ansiada bendición del Padre Santo, con un telegrama al cardenal Rampolla. El Secretario de Estado contestó: <>. Don Bosco quedó muy satisfecho. Ya habían ido a visitarlo tres obispos: monseñor Pulciano, de Casale; monseñor Manacorda, de Fossano; y monseñor Valfré de Bonzo, de Cúneo. La noche de Navidad fueron los dos residentes en Turín, monseñores Bertagna y Leto. Por aquellos días la indiecita de la Tierra del Fuego daba pruebas de una sensibilidad, que habría sido suficiente para deshacer los desatinados juicios de algún científico, respecto a la total inferioridad de los indígenas de la ((**It18.496**)) Tierra del Fuego. La pobrecilla no sabía resignarse a que don Bosco estuviese tan enfermo y acudía muchas veces a la Directora para preguntarle cómo estaba. Repetia, con infantil ingenuidad, a todo el que encontraba: -íDon Bosco está enfermo! Y, a cada instante, corría a la iglesia a rezar delante de Jesús Sacramentado por su salud. Pero la efímera mejoría cesó de repente la noche del día veinticinco al veintiséis: ello alarmó durante algunas horas a los asistentes.Después de oír la misa y comulgar, se puso a disposición de los médicos, reunidos para una nueva consulta. Y dijo a Viglietti: -Videamus quantum valeat scientia ac peritia trium medicorum (a ver qué puede la ciencia y la experiencia de tres médicos). El resultado fue más halagüeño de lo que se hubiera esperado. Recuerden los lectores al exalumno Tomatis, a quien había invitado don Bosco a pasar con su hijo las fiestas de Navidad en el Oratorio. En efecto, se presentó llevando consigo a su hijo y, después de la (**Es18.430**))
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