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mediodía llegó el canónigo Bossi, Superior de la
<> y segundo sucesor de Cottolengo.
Don Bosco, que se encontraba algo más aliviado, le
recordó cómo se había encontrado con él, la
primera vez, en Castelnuovo, cuando era todavía un
jovencito. Después, mientras se oía el griterío de
los alumnos que estaban en recreo, dijo a
Viglietti:
-Querido Viglietti, >>y si tú te fueras también
a hacer un poco de recreo?... No quisiera que
cayeras enfermo por mi culpa.
Y, poco después, añadió bromeando:
-Viglietti, arréglatelas para enviar todos mis
males a las piedras del Stura.
Era un recuerdo de las horas pasadas a diario
durante el verano, a orillas de aquel río, en
Lanzo.
Monseñor Cagliero había solicitado para el
enfermo la ansiada bendición del Padre Santo, con
un telegrama al cardenal Rampolla. El Secretario
de Estado contestó: <>. Don Bosco quedó muy
satisfecho.
Ya habían ido a visitarlo tres obispos:
monseñor Pulciano, de Casale; monseñor Manacorda,
de Fossano; y monseñor Valfré de Bonzo, de Cúneo.
La noche de Navidad fueron los dos residentes en
Turín, monseñores Bertagna y Leto.
Por aquellos días la indiecita de la Tierra del
Fuego daba pruebas de una sensibilidad, que habría
sido suficiente para deshacer los desatinados
juicios de algún científico, respecto a la total
inferioridad de los indígenas de la ((**It18.496**)) Tierra
del Fuego. La pobrecilla no sabía resignarse a que
don Bosco estuviese tan enfermo y acudía muchas
veces a la Directora para preguntarle cómo estaba.
Repetia, con infantil ingenuidad, a todo el que
encontraba: -íDon Bosco está enfermo! Y, a cada
instante, corría a la iglesia a rezar delante de
Jesús Sacramentado por su salud.
Pero la efímera mejoría cesó de repente la
noche del día veinticinco al veintiséis: ello
alarmó durante algunas horas a los
asistentes.Después de oír la misa y comulgar, se
puso a disposición de los médicos, reunidos para
una nueva consulta. Y dijo a Viglietti:
-Videamus quantum valeat scientia ac peritia
trium medicorum (a ver qué puede la ciencia y la
experiencia de tres médicos). El resultado fue más
halagüeño de lo que se hubiera esperado.
Recuerden los lectores al exalumno Tomatis, a
quien había invitado don Bosco a pasar con su hijo
las fiestas de Navidad en el Oratorio. En efecto,
se presentó llevando consigo a su hijo y, después
de la
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