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Unos instantes después, entró su confesor y
condiscípulo, don Francisco Giacomelli.
Permanecieron solos durante unos minutos.
Aprovechando el intervalo, varios Superiores, que
se habían retirado a la habitación contigua,
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recordaban las proféticas palabras de 1885, cuando
don Bosco le había dicho a don Francisco
Giacomelli, gravemente enfermo:
-Estáte tranquilo, no temas. >>No sabes que te
tocará a ti asistir a don Bosco en punto de
muerte? 1.
Su deseo de recibir el Viático lo había
manifestado con términos tan resueltos que nadie
quiso cargar con la responsabilidad de diferirlo;
por eso el veinticuatro por la mañana se hicieron
los preparativos para administrárselo. Apenas se
lo advirtieron, dijo a don Carlos Viglietti y a
don Juan Bonetti:
-íAyudadme, ayudadme vosotros a recibir bien a
Jesús!... Yo estoy un tanto turbado... In manus
tuas, Domine, commendo spiritum meum! (Señor, en
tus manos encomiendo mi espíritu).
La procesión, formada por el clero infantil y
por cuantos sacerdotes y clérigos de la casa
pudieron tomar parte, salió por la puerta
principal de la iglesia y entró por el portón del
Oratorio. Don Bosco se emocionó al oír los
cánticos; pero, al ver aparecer al Santísimo
Sacramento, en manos de monseñor Cagliero, rompió
a llorar. Don Bosco, revestido de estola, parecía
un ángel. En aquel solemne momento, todos lloraban
y muchos sollozaban. Desde aquel instante, pareció
que mejoraba notablemente: se acabaron los
vómitos, concluyó la respiración afanosa, durmió
incluso unas cuantas horas, cosa que no había
podido hacer desde bastante tiempo atrás.
Antes de mediodía, dijo a don Celestino
Durando:
-Te encargo que des las gracias, en mi nombre,
a los médicos, por todos los cuidados que, con
tanta caridad, me han prodigado.
Hacia las seis de la tarde, se puso de nuevo
inquieto; sin embargo, más que en sí mismo,
pensaba en los demás. Díjole al secretario:
-Pobre Viglietti, tú no sabías aún lo que
quería decir velar enfermos.
Y, de vez en cuando, repetía en piamontés:
-Yo no sé qué decir ni qué hacer...
Llamó a don Miguel Rúa y le dijo:
-Quisiera que esta noche estuviese a mi lado
otro sacerdote con don Carlos Viglietti. Temo no
llegar a mañana.
Después de las ocho de la tarde, dijo a don
Carlos Viglietti:
1 Véase vol. XVII, pág. 559.
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