Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es18.416**) -Está bien, pero venga pronto a visitarme. -Procuraré hacerlo hacia finales de la semana próxima. -Venga al principio, porque, de otro modo, no llegará a tiempo. El reverendo Bersani volvió a mitad de semana, pero don Bosco estaba en cama desde el martes y ya no volvió a verle. El abandono total de sus fuerzas empezó a notársele el diecisiete de diciembre. Era sábado, día en el que, hacia las cuatro de la tarde, solía confesar a los muchachos de los cursos superiores. Aquella tarde, pues, un grupo de unos treinta de ellos triscaba ante la puerta, a la espera de que el secretario les dejara pasar. Se asomó el clérigo Festa para advertirles que no le parecía oportuno que le molestaran, porque se encontraba muy mal. Pero los muchachos no se movían. Al ver esto, reflexionó un momento el clérigo y entró a decírselo a don Bosco, quien, de primera intención, contestó que no se sentía capaz para hacer tal esfuerzo; pero, después de un instante de silencio, añadió: -íCon todo, es la última vez que podré confesarlos! Festa, sin fijarse en las palabras ni en el acento de las mismas, se puso a desaconsejárselo: -Tiene usted fiebre, le decía, le cuesta mucho respirar. Pero él, enternecido, repitió: -Sin embargo, íes la última vez! Diles que pasen. Entraron y los confesó a todos. Fueron, en efecto, aquéllas las últimas confesiones de alumnos que escuchó. Decimos de muchachos, porque, el día diecinueve, confesó todavía a don Joaquín Berto, a quien dio por penitencia que recitara con frecuencia la jaculatoria: -íOh, maría, sé mi salvación! Las piernas ya no le servían ni para dar un paso; por tanto, se le llevaba de un lugar a otro en el sillón de ruedas. Y, no obstante, no quería faltar a la mesa con todos. Don Celestino Durando, el dieciséis de diciembre, había escrito al nuevo Procurador General, con César Cagliero 1: <((**It18.481**)) a ojos vistas cada día y le faltan las fuerzas, al extremo de que no es capaz de ir desde su habitación al comedor; hay que llevarlo en una silla. íPobre don Bosco! Si el Señor no hace un milagro continuo, su existencia no puede ya prolongarse más>>. Disfrutaba mucho cuando se encontraba en la mesa bienhechores y amigos. El día dieciocho había hecho invitar a varios, con el fin de que visitaran una exposición de objetos de la Patagonia, traídos por monseñor Cagliero y destinados a la exposición del Vaticano. Ya 1 Esta carta está en el archivo inspectorial de Roma. (**Es18.416**))
<Anterior: 18. 415><Siguiente: 18. 417>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com